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Desear conseguir
algo tan valioso como es la libertad para un preso, te puede llevar a tener pensamientos
peligrosos para uno mismo.
Desear es
necesitar imperiosamente esa libertad con la que todos deberíamos nacer y
vivir.
Hoy escribo para
una mujer que esta presa de su propia vida. Anulada por la absorbente y
dictatorial personalidad del hombre con el que convive desde hace casi treinta
años.
Sus deseos de
ser libere la llevan a tratar de entender y absolver al hombre que la tortura y
castiga psicológicamente día tras día y noche tras noche.
La angustia y el
temor de ofender al tirano que desde el primer día la fue privando de su
libertad –incluso siendo intelectualmente menos formado que ella-, la llevaron
a asumir resignadamente el papel de esposa, sin serlo y de madre sumisa de tres
hijos.
Tres hijos hombres,
que no pueden enfrentar a la violenta autoridad de su padre que sin levantar la
voz genera en el domicilio familiar todo un espectáculo de poder total.
Historias como
esta, seguro que son millones; pero cuando se presenta tan cercana a uno, causa
un sentimiento de rebeldía que bien me gustaría poderle trasmitir a esa mujer y
a sus tres hijos.
Creo que este
tirano ya de avanzada edad, no es capaz de entender sus reales actos de
crueldad y tortura psicológica. Tal vez porque el fuese así criado en una
familia donde el género dominante fuese solo el del varón, o tal vez porque sus
particular y retorcida personalidad lo hagan creer firmemente que él es el
centro de Mundo, y que por supuesto la mujer que eligió para ser madre de sus
hijos no tiene ningún valor después de treinta años de convivencia.
Resulta ser esta
una historia común (creo yo), pero tiene una connotación que la hace un tanto
particular; y es que este “buen señor” no considera legítimo el tener que compartir
sus bienes con la madre de sus hijos al poner fin a la convivencia. Y más aun considerando
este hombre que los tres hijos quedan a vivir con su madre. Es decir que, este
sujeto considera justo el seguir viviendo de ahora en más sin mujer ni hijos y
con todo su patrimonio a libre disposición propia.
Pero lo
realmente trágico de esta historia real es el acatamiento y la casi comprensión
que tanto la madre como los hijos tienen de las decisiones del patriarca.
Peor condena que
estar preso es vivir con personas del talante cínico como el de este Sr.
Valentín Temes Coto.
ES COPIA LITERAL DE LO ESCRITO POR VALENTIN.
Lolo Temes Coto.
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