martes, 23 de febrero de 2016

DECISIONES.



       En muchas ocasiones cada uno de nosotros pensamos que estamos tomando decisiones sobre nuestras propias vidas, de acuerdo a nuestros principios y a nuestros pensamientos. Esas decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestras vidas, hacen que otras personas también se vean obligadas a decidir sobre su pasado, presente y futuro.

       Al llegar a ciertas edades o situaciones particulares, cada cual sacamos conclusiones y hacemos balances con los resultados que aquellas decisiones generaron.

       Normalmente las personas solemos analizar y sacar como resultado la justificación exitista de la mayor parte de esas numerosas decisiones. Y nos auto criticamos por lo generado en una menor cantidad de decisiones tomadas.

       Es cierto que algunas personas –las menos- se sienten un completo desastre por la mayor parte de sus decisiones en sus años de vida. Aunque este tipo de personas ya desde muy temprana edad suele criticarse a sí mismo por cada una –grande, pequeña, importante o no- de las decisiones elegidas.

       Decidir es resolver, es tomar una determinación; y es el que decide el que siempre puede equivocarse o no.

       Resulta fácil el criticar las decisiones de las personas que resultaron fallidas. Y más sencillo aun es el alabar a los que consiguieron el éxito o el acierto.

       Las personas que están entrenadas para tomar decisiones suelen sentirse en un nivel superior sobre las que los rodean. Y desde ese  lugar suelen golpearse duramente contra algo más fuerte que una roca de granito, a la que llamamos realidad.

       Y toda esta capacidad, obligación en muchos casos, facilidad e intereses por tomar decisiones que tenemos la mayoría de nosotros, se ve aniquilada, destruida y bastardeada cuando ingresas en la cárcel y dejas de poder decidir libremente incluso al momento de poder utilizar el baño. Terrible, pero cierto el ejemplo aquí señalado.

       Pero lo peor ni siquiera está en la nula posibilidad de tomar decisiones mientras estas preso; lo más trágico es que otros –que se dicen y creen personas- son los que deciden por ti obligándote a acatar los aciertos y desaciertos que ellos con limitado entendimiento eligieron para uno.

       No está contemplado en ningún Código Penal que el preso pueda tomar decisiones libremente; ya que incluso su propia voz tiene que ser trasmitida por un abogado que primero y antes que nada te presenta su propia decisión de cobrar lo que tengas o no tengas para “ayudarte”….. Y así decidir por ti lo mejor o menos malo.

       Demagógicamente podríamos pensar que ninguno de los seres humanos presentes en la Tierra, puede decidir libremente cuales si y cuáles no, decisiones tomar.

       Tal vez un día yo pueda tomar una decisión libremente para que sirva de ejemplo….


       Valentín Temes Coto.

LITERAL COPIA DEL ESCRITO DE VALENTIN.

Lolo Temes Coto.

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