En muchas
ocasiones cada uno de nosotros pensamos que estamos tomando decisiones sobre
nuestras propias vidas, de acuerdo a nuestros principios y a nuestros
pensamientos. Esas decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestras vidas,
hacen que otras personas también se vean obligadas a decidir sobre su pasado,
presente y futuro.
Al llegar a
ciertas edades o situaciones particulares, cada cual sacamos conclusiones y
hacemos balances con los resultados que aquellas decisiones generaron.
Normalmente las
personas solemos analizar y sacar como resultado la justificación exitista de
la mayor parte de esas numerosas decisiones. Y nos auto criticamos por lo
generado en una menor cantidad de decisiones tomadas.
Es cierto que
algunas personas –las menos- se sienten un completo desastre por la mayor parte
de sus decisiones en sus años de vida. Aunque este tipo de personas ya desde
muy temprana edad suele criticarse a sí mismo por cada una –grande, pequeña,
importante o no- de las decisiones elegidas.
Decidir es
resolver, es tomar una determinación; y es el que decide el que siempre puede
equivocarse o no.
Resulta fácil el
criticar las decisiones de las personas que resultaron fallidas. Y más sencillo
aun es el alabar a los que consiguieron el éxito o el acierto.
Las personas que
están entrenadas para tomar decisiones suelen sentirse en un nivel superior
sobre las que los rodean. Y desde ese
lugar suelen golpearse duramente contra algo más fuerte que una roca de
granito, a la que llamamos realidad.
Y toda esta
capacidad, obligación en muchos casos, facilidad e intereses por tomar
decisiones que tenemos la mayoría de nosotros, se ve aniquilada, destruida y
bastardeada cuando ingresas en la cárcel y dejas de poder decidir libremente
incluso al momento de poder utilizar el baño. Terrible, pero cierto el ejemplo
aquí señalado.
Pero lo peor ni
siquiera está en la nula posibilidad de tomar decisiones mientras estas preso;
lo más trágico es que otros –que se dicen y creen personas- son los que deciden
por ti obligándote a acatar los aciertos y desaciertos que ellos con limitado
entendimiento eligieron para uno.
No está
contemplado en ningún Código Penal que el preso pueda tomar decisiones
libremente; ya que incluso su propia voz tiene que ser trasmitida por un
abogado que primero y antes que nada te presenta su propia decisión de cobrar
lo que tengas o no tengas para “ayudarte”….. Y así decidir por ti lo mejor o
menos malo.
Demagógicamente podríamos
pensar que ninguno de los seres humanos presentes en la Tierra, puede decidir
libremente cuales si y cuáles no, decisiones tomar.
Tal vez un día
yo pueda tomar una decisión libremente para que sirva de ejemplo….
Valentín Temes
Coto.
LITERAL COPIA DEL ESCRITO DE VALENTIN.
Lolo Temes Coto.
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