Tal vez pueda
resultar extraño, el encontrar en la cárcel personas con historias tan comunes
como las de cualquier ciudadano que jamás pisó un completo penitenciario.
Aquí se
encuentran las más variadas experiencias que componen nuestra sociedad. Y
normalmente siempre se encuentra en los orígenes familiares las causas que
llevan a muchos a vivir al “margen de la ley”.
Lo trágico es
que estas personas que son reincidentes y quedaron al “margen de la ley”; son
normalmente las principales víctimas del sistema judicial y correccional.
Absurdo e
ineficaz resulta todo el entramado judicial y carcelario que no recupera a un
porcentaje significativo de los reclusos.
Pretendo
contarles en esta nota la simple historia de un hombre que se decidió –como tantos
otros- a ocultar en sus intestinos ochocientos gramos de cocaína camuflada en
cápsulas.
Le llamaré El,
ya que su verdadero nombre no es menester mencionar aquí. El nació en Colombia
y vivió muchos años en Holanda. Fue reclutado para su primer viaje como “mula”
hace más de diez años y realizó más de treinta viajes desde Sudamérica a Europa.
Tres veces fue apresado; una vez en Holanda, otra en España y ahora en
Argentina. En total serán casi seis años preso por las tres veces detenido. Con
cerca de cuarenta años, El no tiene más que deudas en su domicilio, un bolso
con objetos personales (ropa, un celular y… dos pasaportes), una madre enferma,
una mujer que se fue con la hija de ambos, en busca de ayuda de su humilde
familia, y vagos recuerdos de haber podido vivir como cualquier otro ciudadano
con un trabajo formal. Pero sus intentos de comerciante terminaron cuando aún
bien comenzaban, y solo pudo comprender que esos fracasos le llevaron a ser un deudor
en los bancos. Un deudor que no podía enfrentar los plazos firmados y cien
veces renegociados en las siempre extorsionadoras entidades de crédito. De
comerciante a traficante, a “mula” que arriesga su vida para conseguir un
dinero que necesita y que no puede ganar trabajando donde no hay trabajo. Y de “mula”
a preso, a perder todo nuevamente. Sin alternativas, sin futuro, sin más sueños
que sus propis lamentos. Nuevamente saldrá en libertad, y seguramente pronto
volverá a estar encarcelado en algún otro país donde aún tenga habilitada su
entrada.
Simple, triste y
pobre historia es la de El; una más de las muchas que son mayoría entre los
condenados por narcotráfico.
Les puedo asegurar
que El, y esos otros no son más que víctimas de la droga, de igual forma que los
consumidores. ¡Ellos todos son víctimas!
Los únicos que
realmente son victimarios, y se benefician del tráfico de estupefacientes, son
los narcos de verdad, y esos jueces corruptos e ineficientes que cobran de los
primeros por encubrirlos y protegerlos, mientras llenan las cárceles de “mulas”,
consumidores e inocentes.
Valentín Temes
Coto.
COPIA EXTRAÍDA DEL ESCRITO DE VALENTIN.
Lolo Temes Coto.
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