Hace unos días, mientras leía el diario sentado en mi silla plástica
en el patio, bajo un fuerte sol de las primeras horas de la tarde, se me acercó
un interno que está próximo a salir en libertad. En dos meses más será
expulsado a Holanda, después de cumplir el cincuenta por ciento de su condena.
Aunque no suelo prestar atención a la mayoría de los
comentarios particulares que muchos de los presos siempre van repitiendo día
tras día; en este caso y dada la frontal manera que utilizó este hombre, solo
pude dejar de leer el diario y escuchar:
¿Coto,
sabe usted lo que me pasa, lo que me preocupa? Que estos más de dos años jamás
me sentí con miedo aquí en la cárcel, y ahora a menos de dos meses tengo temor,
casi pánico de volver a estar con mi mujer y mi hija. No puede imaginar sus
caras cuando me vuelvan a ver; y menos puedo adivinar cuáles serán sus palabras
para recibirme. Durante todo este tiempo por teléfono siempre hablamos de
proyectos, de sueños para compartir los tres juntos. Y ahora yo solo tengo
miedo de encontrarme con ellas y con una realidad distinta de esos sueños. No sé
si podré conseguir trabajo fácilmente en Holanda, ya que la situación económica
en Europa es complicada, y además recién salido de la cárcel, sin dinero para
poder ofrecerle a mi mujer y a mi hija una semana de tranquilidad mientras
trato de conseguir algún trabajo. Por el contrario, seré una carga desde el
primer momento, una boca más para comer. Los tres estaremos dependiendo del salario
de mi esposa, que es de media jornada en una empresa de limpieza de oficinas.
Mi sueño era durante estos dos años y medio el poder llevar una vida en
familia, con trabajo, sin grandes lujos, pero con tranquilidad, y no verme
obligado a tener que hacer un vez más de mula… No quiero volver a estar
preso, esta fue la segunda vez en mi vida….No sé lo que va ser de mí, y menos aun
lo que pasaría con mi hija y mi mujer su vuelvo a entrar en la cárcel. Necesito
conseguir un trabajo que por lo menos me asegure unos quinientos euros por mes.
Quiero que mi hija pueda seguir en el colegio y tener a sus padres cerca hasta
que puede hacer su propia vida. Necesito algo fijo, seguro durante ocho o diez
años…. (Silencio). No quiero volver a caer en esta mierda para que después ni
siquiera se preocuparon de darle ni un euro a mi mujer en todo este tiempo que
yo pasé en la cárcel. Perdón por molestarlo Coto, pero como usted casi no habla
con nadie, creí que me podría escuchar, y además que seguramente nunca nos
volveremos a ver… Perdón, gracias….
Así, -más menos- fue lo que me hablo este hombre, que tenía un
sueño y ahora está lleno de miedo.
Estos son los pensamientos de un condenado por narcotráfico internacional
de estupefacientes.
Con este hombre, se cumplió por parte de la justicia argentina
un éxito en la lucha contra el narcotráfico.
Jueces y fiscales firmaron la condena, pero ninguno entiende
al hombre que tenía un sueño, y que se va con un miedo.
Seguramente que el miedo es el mismo que lo acompaño durante
su vida, y que esos jueces no conocen ni le pueden ayudar, ya que ellos no
tienen ni sueños ni miedos… Solo tienen culpas sin pagar.
Valentín Temes Coto.
ES COPIA LITERAL DEL ORIGINAL DE VALENTIN
Lolo Temes Coto.
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