Aquel miércoles seis de abril de dos mil once, acompañe a mi
Hermano para presentarse ante la Justicia –bueno, lo que creímos que era-, y
desde entonces quedó privado de su libertad sin motivo ni razón, pues pasó a
ser una víctima inocente del sistema corrupto de este País.
Son
justamente la 12:30 horas en la Capital Federal de Buenos Aires, y me pongo a
escribir esta publicación nada más regresar de otra de las tantas visitas que
realizo frecuentemente al edificio de Comodoro Py.
Pues
bien, a raíz de una conversación sostenida con una persona identificada como
Secretario que me recibió en el Juzgado Nacional Criminal y Correccional
Federal Nº… -no lo menciono de momento por discreción-, me quede sorprendido
cuando en el transcurso de la charla me dijo que: “bueno, el
preso no está a nuestro cargo….”.
Escuchar
esta barbaridad, es confirmar más de lo mismo en el actuar de los administradores
de la justicia delictivamente como encubridores, asociación ilícita, y
secuestradores de un ser humano.
Total,
que sencillamente a día de hoy Valentín está probado que es un secuestrado del
sistema judicial, pues está preso y no está a cargo de nadie.
Si
precisamente se presentaron las denuncias penales contra quienes lo tienen
preso, la obligación de este Juzgado –y de otros- es constatar el delito e
investigar todas y cada una de las pruebas irrefutables por nosotros
presentadas –nulidades absolutas, coordenadas, método de ocultamiento, cuestionamiento
del tribunal de juicio, etc.-, pero no se atreven afrontar la realidad, y dejan
que el tiempo pase sin hacer nada, así de descarado actúan.
Es decir, se denuncia un secuestro y no
se investiga.
Sería
bueno que los medios de comunicación se hicieran eco de este caso -les facilitaría
toda la documentación contrastada fehacientemente-, pero también les quema,
sobre todo en Argentina, donde consta que están presionados para no publicar
nada que sea favorable a nuestra causa, pero si publicarían siendo a la inversa.
Lo
que falta es profesionalidad, coraje, seriedad, honradez, educación, transparencia,
y todos esos valores que se perdieron en los seres racionales, pues los códigos
ya solo los respetan los animales.
Ojala
que algún lector tenga la posibilidad de tomar cierta acción en este caso, o
simplemente participando de la forma que sea para dar a conocer esta vergüenza judicial
en Argentina, inclusive llevando este mal ejemplo a las aulas del derecho para
que los estudiantes no caigan en estos horrores cuando ejerzan en el futuro.
Lolo
Temes Coto.
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