miércoles, 6 de enero de 2016

HOY, CUATRO AÑOS Y NUEVE MESES.



       Aquel miércoles seis de abril de dos mil once, acompañe a mi Hermano para presentarse ante la Justicia –bueno, lo que creímos que era-, y desde entonces quedó privado de su libertad sin motivo ni razón, pues pasó a ser una víctima inocente del sistema corrupto de este País.
      
Son justamente la 12:30 horas en la Capital Federal de Buenos Aires, y me pongo a escribir esta publicación nada más regresar de otra de las tantas visitas que realizo frecuentemente al edificio de Comodoro Py.
      
Pues bien, a raíz de una conversación sostenida con una persona identificada como Secretario que me recibió en el Juzgado Nacional Criminal y Correccional Federal Nº… -no lo menciono de momento por discreción-, me quede sorprendido cuando en el transcurso de la charla me dijo que: “bueno, el preso no está a nuestro cargo….”.
      
Escuchar esta barbaridad, es confirmar más de lo mismo en el actuar de los administradores de la justicia delictivamente como encubridores, asociación ilícita, y secuestradores de un ser humano.
      
Total, que sencillamente a día de hoy Valentín está probado que es un secuestrado del sistema judicial, pues está preso y no está a cargo de nadie.
      
Si precisamente se presentaron las denuncias penales contra quienes lo tienen preso, la obligación de este Juzgado –y de otros- es constatar el delito e investigar todas y cada una de las pruebas irrefutables por nosotros presentadas –nulidades absolutas, coordenadas, método de ocultamiento, cuestionamiento del tribunal de juicio, etc.-, pero no se atreven afrontar la realidad, y dejan que el tiempo pase sin hacer nada, así de descarado actúan.
      
Es decir, se denuncia un secuestro y no se investiga.
      
Sería bueno que los medios de comunicación se hicieran eco de este caso -les facilitaría toda la documentación contrastada fehacientemente-, pero también les quema, sobre todo en Argentina, donde consta que están presionados para no publicar nada que sea favorable a nuestra causa, pero si publicarían siendo a la inversa.
      
Lo que falta es profesionalidad, coraje, seriedad, honradez, educación, transparencia, y todos esos valores que se perdieron en los seres racionales, pues los códigos ya solo los respetan los animales.
      
Ojala que algún lector tenga la posibilidad de tomar cierta acción en este caso, o simplemente participando de la forma que sea para dar a conocer esta vergüenza judicial en Argentina, inclusive llevando este mal ejemplo a las aulas del derecho para que los estudiantes no caigan en estos horrores cuando ejerzan en el futuro.
      

Lolo Temes Coto.

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