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Podré
caminar por una playa disfrutando del mar en mis pies y del sol en mi frente.
Llenará
mi pecho el aire puro y fresco que esas costas de mi tierra regala cada día.
Cantaré
en mis caminatas esas letras de canciones que nunca se pueden olvidar.
Hablaré
con muchas personas que no sabrán nada de mí, y escuchare a unas pocas que aún
me quieren.
Viviré
con plenitud cada hora, cada día y cada momento por pequeño que sea.
Es
seguro que volveré a reír y a llorar, y también es posible que aun pueda
perdonar.
Tal
vez lo más difícil será poder soñar, ser capaz de ausentarme de la realidad,
sin importar cual ella fuese.
Tampoco
podré olvidar. Jamás conseguiría dejar a un lado estos últimos cinco años
robados.
Que
fácil puede resultar ser feliz con “tan poco”. Aunque ese “tan poco” resulte de
incalculable valor para el que no tiene posibilidad de caminar, de respirar y
cantar en una playa.
Y
también podré brindar por la memoria de algunas personas que conocí desde aquel
2010. Son personas muy variadas y distintas. También algunos son muy similares.
Algunos buenos y otros malos. Inteligentes y básicos, casi incultos otros
muchos. Hombres y mujeres, unos
funcionarios y otros particulares. Unos presos y otros libres… pero casi todos
delincuentes.
Después
llegará el ocaso, la tarde donde el sol no caliente mi frente, ni el agua del
mar bañe mis pies. Y será en ese día que solo se mantengan los recuerdos en
aquellos pocos que hoy me quieren, mañana me disfrutaran; y ese día me
llorarán.
Valentín
Temes Coto.
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