Las sombras de
ciernen sobre uno como el mar lo hace sobre la playa. Ellas traen tristeza y melancolía
que desgarran el alma y dañan la mente. Las sombras van y vienen sin descanso,
sin pausa ni sosiego; están en el día y en la noche, con el sol y con la lluvia…..
Las sombras están siempre y no dan descanso.
Uno tiene que
estar alerta y espantarlas a cada momento. Con decisión, con disciplina e ímpetu
estamos obligados a desterrar esas negras sombras que tanto nos ahogan.
Es continua,
diaria; dura desde el primer día de nuestra vida hasta el último segundo que
nuestro ser existe. Es nuestra lucha de vida la que establecemos para poder
vencer a las acosadoras sombras.
Pero podemos
ganarle, podemos ser capaces de controlar esas tediosas sombras que nos buscan.
Tenemos la capacidad para conseguir alejarlas e incluso podemos diluirlas con
los rayos de sol, con las luces de nuestras vidas, con nuestros cantos, con
nuestras risas, con tantos y tantos gestos de amor y alegría que podemos tener.
Cuando logramos
imponernos al despiadado ataque de las
sombras, ellas de retiran. Cuando vuelven y se encuentran nuevamente con
nuestra energía de luz y fuerza, nuevamente se retiran. Y así una y mil veces
hasta que las sombras desaparecen de nuestras vidas.
Con disciplina,
sin descanso, sin olvido, y siempre con tesón somos capaces de imponer el brillo
de nuestro ser y la luz de nuestra vida sobre el oscuro y negro tormento en el
que se esconden las sombras.
Sombras que en
muchas ocasiones se nos presentan disfrazadas de personas, de gentes que se
cruzan en nuestras vidas por uno u otro motivo. De esas tenebrosas, negativas,
y complejas personas que están tomadas por las sombras, tenemos que apartarnos
de inmediato. No darle el mínimo espacio para que no puedan dañarnos. Lejos,
muy lejos tenemos que estar de esas gentes que siempre algún día llegan a
nuestras vidas, para hacernos daño con sus oscuras intenciones. Sin descanso ni
dudas, sin plazos y sin esperas inútiles; estamos obligados a despegarnos de
las personas siniestras aunque resulten cercanas a nosotros. No son humanas,
son las sombras camufladas que se presentan para lastimarnos.
Los ojos son el
espejo del alma. Si queremos descubrir esas sombras encubiertas de seres
humanos, no hay más mirar a los ojos para descubrirlas. Esos ojos no brillan,
no tienen luz, son tenebrosos y están llenos de falsedad. Los ojos hablan y no
mienten. Por ellos las sombras pierden.
Valentín Temes
Coto.
ES COPIA DEL ESCRITO DE VALENTIN.
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