domingo, 6 de marzo de 2016

SOMBRAS.

       Las sombras de ciernen sobre uno como el mar lo hace sobre la playa. Ellas traen tristeza y melancolía que desgarran el alma y dañan la mente. Las sombras van y vienen sin descanso, sin pausa ni sosiego; están en el día y en la noche, con el sol y con la lluvia….. Las sombras están siempre y no dan descanso.

       Uno tiene que estar alerta y espantarlas a cada momento. Con decisión, con disciplina e ímpetu estamos obligados a desterrar esas negras sombras que tanto nos ahogan.

       Es continua, diaria; dura desde el primer día de nuestra vida hasta el último segundo que nuestro ser existe. Es nuestra lucha de vida la que establecemos para poder vencer a las acosadoras sombras.

       Pero podemos ganarle, podemos ser capaces de controlar esas tediosas sombras que nos buscan. Tenemos la capacidad para conseguir alejarlas e incluso podemos diluirlas con los rayos de sol, con las luces de nuestras vidas, con nuestros cantos, con nuestras risas, con tantos y tantos gestos de amor y alegría que podemos tener.

       Cuando logramos imponernos al  despiadado ataque de las sombras, ellas de retiran. Cuando vuelven y se encuentran nuevamente con nuestra energía de luz y fuerza, nuevamente se retiran. Y así una y mil veces hasta que las sombras desaparecen de nuestras vidas.

       Con disciplina, sin descanso, sin olvido, y siempre con tesón somos capaces de imponer el brillo de nuestro ser y la luz de nuestra vida sobre el oscuro y negro tormento en el que se esconden  las sombras.

       Sombras que en muchas ocasiones se nos presentan disfrazadas de personas, de gentes que se cruzan en nuestras vidas por uno u otro motivo. De esas tenebrosas, negativas, y complejas personas que están tomadas por las sombras, tenemos que apartarnos de inmediato. No darle el mínimo espacio para que no puedan dañarnos. Lejos, muy lejos tenemos que estar de esas gentes que siempre algún día llegan a nuestras vidas, para hacernos daño con sus oscuras intenciones. Sin descanso ni dudas, sin plazos y sin esperas inútiles; estamos obligados a despegarnos de las personas siniestras aunque resulten cercanas a nosotros. No son humanas, son las sombras camufladas que se presentan para lastimarnos.

       Los ojos son el espejo del alma. Si queremos descubrir esas sombras encubiertas de seres humanos, no hay más mirar a los ojos para descubrirlas. Esos ojos no brillan, no tienen luz, son tenebrosos y están llenos de falsedad. Los ojos hablan y no mienten. Por ellos las sombras pierden.

       Valentín Temes Coto.


ES COPIA DEL ESCRITO DE VALENTIN.
Lolo Temes Coto.

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