domingo, 12 de marzo de 2017

LOS UNOS Y LOS OTROS.

         Un hombre espera en la cárcel la llegada del día en que irá a juicio. Se enfrenta a una posible condena de veinticinco años. Los nervios no le permiten conciliar el sueño, ni tener más de unos contados minutos de distensión cuando sostiene con esfuerzo alguna conversación con otros reos.
         La ansiedad que lo consume solo la calma engañosamente, sentándose ante un exagerado plato de comida, o devorando chocolates y galletas sin pausa. Es así como su cuerpo se convirtió en los últimos meses en una masa de grasa deforme que da muestras claras del empeoramiento general de este preso que será condenado.
         Perdió el control de su vida, perdió la poca fuerza de voluntad y disciplina que tan necesaria es para soportar la cárcel. Dejó de lado aquellas rutinas que antes lo mantenían ocupado una parte importante del día.
         Puedo asegurar a cualquiera que lo ponga en duda, que estar en la cárcel esperando a conocer la decisión de tres personas (jueces), sobre lo que refiere a tu futuro durante los próximos diez, quince, veinte o treinta y cinco años, supone un desgaste tan continuo e infernal que solamente lo podemos valorar con algún realismo, los que estamos sufriendo un proceso penal.
         Sin entrar en cuestiones de culpa y responsabilidad, dejando de lado los numerosos casos de inocentes condenados, que existen y son muchos más de los que la sociedad sospecha, y los medios denuncia; nos encontramos con una situación que considero merece análisis y revisión: Me refiero al poder que la sociedad otorga a personas que ejercen de jueces con poderes casi absolutos, incluso de rango “divino”, para decidir sobre la vida de personas y familias que se ven sometidos sin otra opción, al poder y resolución decidida por el magistrado de turno.
         El juez es una persona que tiene facultades desmedidas ante sus semejantes sin existir un control de nivel de aptitud, y de actitud que el juez de turno pueda presentar.
         Los jueces son humanos con todo lo que eso significa; al mismo tiempo que deciden sobre sus semejantes con poderes sobre-humanos, más propios de otras épocas pasadas y de sociedades donde la libertad y los derechos humanos no eran reconocidos.
         Jueces que no dudan en manifestar públicamente sus preferencias políticas, e incluso su fanatismo futbolístico y también religioso; son los que tienen en su firma, aun sin haber leído más de dos líneas del expediente, la facultad de condenar por ejemplo a este hombre que se está consumiendo esperando el juicio, donde ser de Boca o ser de River el juez, puede suponer diez, cinco, o quince años de mayor o menor condena.
         Vuelvo a encomendarme al pronto desarrollo de la Inteligencia Artificial, que pueda dejar a los jueces en sus casas viendo futbol y tratando de entender lo que jamás podrían haber ignorado, que es el hecho de que todos somos iguales ante la ley. Conseguir que esa Inteligencia Artificial, bien documentada, independiente y desinsaculada se encargue de impartir justicia, será uno de los mayores logros de la raza humana.
         Mientras tanto, los presos pierden todo lo que los jueces les quitan para despilfarrarlo en escritos sin fundamento, y prácticamente inentendibles para la mayoría.
         Valentin Temes Coto.

ESTA COPIADO DE LO ESCRITO POR VALENTIN.
Lolo Temes Coto.
        

         

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