Esta nota da cuenta de la
más triste realidad que uno puede vivir en la cárcel. No crean que es la
violencia física, o la muerte….La una y la otra son nada con lo que supone el
perder la razón, y por lo tanto el control sobre sí mismo. Ver como día a día
una persona va cambiando en sus palabras, en sus gestos, e incluso en su rostro
con gran rapidez en pocos meses. Convivir con alguien que claramente va camino
a la pérdida de la razón sin ser consciente de que ese será el peor mal que le
puede ocurrir.
Con algo más de cincuenta años este hombre no consiguió soportar
el estar privado de su libertad. Las pastillas para poder dormir fueron el gran
salto al vacío, camino de la locura que hoy ya no tiene remedio.
El hombre en cuestión es hoy un espécimen de ser humano, que
hace poco tiempo atrás podría ser considerado un ciudadano común. Pero la
Justicia lo encarceló para castigarlo por haber robado. Por haber robado con
cincuenta años, después de haber estafado mil dólares hace muchos años y haber
ingresado en prisión por casi dos años.
La implacable Justicia representada por los Magistrados
adeptos, jamás dudan en aplicar el peso de la Ley sobre el ciudadano común que
está indefenso ante su calculada fuerza vengativa, y mal llamada justicia.
Una personalidad debilitada por cincuenta años de aventuras
vulgares, no consiguió sostener la débil voluntad del hombre que no dormía, mal
comía, y ahora no razona con cordura, en esta cárcel.
Para el Poder Judicial no resulta importante, ni supone un
problema, que un preso enferme aun cuando suponga perder la salud o la vida
misma. Pero aún mucho menos le preocupa el constatar como un ser humano se
vuelve loco en la cárcel. Supone una circunstancia que no llega al análisis ni
valoración del juez de turno. El juez está para hacer cumplir la Ley cuando se
trata de alguien común, que jamás podrá denunciar ni reclamar el exceso o abuso
que ese mismo juez comete cuando lo “encierra” por un robo mísero.
Tal vez pueda resultar curioso, que si fuese el Sr. Juez el
encarcelado por un año, en lugar del simple estafador y ladrón, tendríamos como
resultado a un preso psicópata incapaz
de soportar el encierro común. Y creo poder aventurarme que ante esta hipotética
situación, de casi imposible cumplimiento, más y mayores serían los motivos para
tener encarcelado al juez, en lugar del pobre estafador-ladrón.
Desconozco si este preso tiene familia o amigos fuera de la
cárcel. Pero no puedo imaginar cómo será la vida cuando el Sr Juez ordene su libertad
y tenga que volver a la calle ¿Lo pensará el Sr. Juez?
Valentín Temes Coto.
NOTA COPIADA DEL ESCRITO HECHO POR VALENTIN
Lolo Temes Coto
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