Hace ya unos
cuantos años yo sentía que el tiempo no pasaba, que los días eran largos y las
horas interminables. Sin duda alguna yo vivía de una forma muy poco real, y si
muy vacía.
El tiempo, ese
que siempre da y quita razón a la vez que nos pone a cada uno en su lugar; me
enseñó de la forma más cruel y violenta que las horas con seis mil minutos son
las que se viven en la cárcel.
Siento una gran
impotencia cuando choco con la realidad de no poder hacer muchas cosas que
tendrán utilidad para la sociedad. Lamento no tener conocimientos ni medios
para poder ofrecer algo útil o valioso para otras personas que sufren desde el
primer día que nacen.
Observo el
comportamiento de personas diferentes en raza y cultura. Gentes de lugares tan
diferentes y tan similares a la vez. Delincuentes con una ignorancia supina,
que llegan a respetar al prójimo aun sin entender sus palabras ni costumbres.
Pero ahí está el
tiempo, ayudando en silencio a que con los gestos, con unas palabras sueltas y
con una sonrisa sincera se puedan entender personas distantes.
Hoy conseguí
poder entender el verdadero lapso de tiempo que existe entre un segundo, un
minuto, una hora y un día. Sé lo que realmente vale y cuesta poder vivir cada día,
cada semana, cada mes y cada año.
Con la mente
despejada de sombras, y con la firmeza de estar obligado a plantar cara cada
mañana a la lucha por recuperar la libertad que me fue robada; ofrezco a mi
propia persona la mejor disposición posible en estas crueles circunstancias,
para cuidarme y fortalecerme en esta guerra sin reglas.
Fue el tiempo de
lectura y de meditación, el que me enseñó a entender la realidad con todas sus
variables. Así logré llegar a comprender a los que ni siquiera podía identificar con certeza.
Buscar en el tiempo y en los recuerdos todas las respuestas, suele llevarnos a
cometer errores fatales; tanto así como el pensar que solo el presente es lo
cierto y lo real.
Cada día a que recién
empieza es algo maravilloso, que incluso en una cárcel permite a uno poder
crecer y avanzar hacia lo mejor.
No es necesario
creer ni buscar respuestas en el más allá; por el contrario, somos nosotros mismos
los que tenemos esas respuestas guardadas con el paso del tiempo.
Pero existe algo
muy difícil de conseguir. Algo con lo que nos educamos y casi nacemos. Un algo
que ni el tiempo logra corregir. Es nuestro mayor y más peligroso defecto como
personas: JUZGAR.
Creo en
ocasiones que la felicidad se puede alcanzar en la medida en que uno deja de
juzgar al prójimo.
¿Será así?
Valentín Temes
Coto.
ES COPIA DEL ESCRITO HECHO POR VALENTIN.
Lolo Temes Coto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario