El tenis,
el golf y la cárcel tienen algo en común; y es que para triunfar y sobrevivir
en ellos, es necesario tener una gran fortaleza mental.
Cuando
uno va a impactar con la raqueta en esa bola de tenis, tenemos que ser
precisos, y tener la mente puesta en ese impacto, en cómo hacerlo, que
dirección, que efecto, y que potencia aplicar en la ejecución. La mente tiene
que poder elegir en segundos las decisiones correctas para asegurar el buen
camino para ganar.
En el
golf de manera aún más cruel que el tenis, estamos compitiendo contra nosotros
mismos; y tenemos que tener la confianza mental necesaria para dar cada golpe
con la precisión máxima y la potencia justa que nos permita llevar la bola al
hoyo. La mente tiene que estar totalmente conectada con el cuerpo y con
nuestros sentidos para ejecutar con suma perfección cada golpe.
Y en la
cárcel es necesario tener la mente en constante estado de atención y alerta
para poder vivir de la forma más sana posible en medio de la privación de la
libertad de personas que están obligadas a compartir una violencia siempre
reprimida, una angustia muchas veces mal disimulada, y una resentimiento que
genera gran dolor.
Ser capaz
de comprender, aconsejar, dirigir, contener, perdonar, o simplemente escuchar a
muchas de las más variadas personalidades que van pasando por un pabellón de la
cárcel donde uno permanece por ya cerca de seis años, es algo que requiere un
complejo y completo esfuerzo mental durante cada día, de cada mes y cada año de
confinamiento.
Por
momentos, que suelen ser cuando uno se retira en la intimidad de la propia
celda, se llena la mente con dudas y sombras que generan el agotamiento fruto
del esfuerzo de tener que estar en ese estado de alerta máxima que implica la
convivencia cotidiana en la cárcel. Una convivencia que también refiere a uno
mismo, ya que el primero en revelarse y manifestarse intransigente con el
estado de privación de la libertad, es uno. Soy yo el que me enfrento a mi
otro yo reclamando mi injusta situación.
Soy yo el que reniego todos los días de mí
obligadas disciplinas de supervivencia. Yo, y solo yo soy el primero en
auto atacarme con cada una de las cotidianas y absurdas situaciones, que más
tarde tengo que hacerle entender a otros hombres que sufren y padecen de igual
manera que yo, pero con menos medios para poder entender que cada uno de
nosotros estamos obligados a fortalecer nuestra mente para no enfermar ni morir
en esta cárcel.
Tal vez
resulte curiosamente alejado de lo real, que el tenis, el golf y la cárcel
puedan tener toda esta connotación tan profunda y fundamental. Pero les puedo
asegurar que todo este tipo de aplicaciones y vinculaciones mentales permiten
que un preso leyendo o escuchando una canción, puede conseguir superar un mal
día de presidio, que supone para este hombre un mayor triunfo y satisfacción
que ganar un partido de tenis, o completar 18 hoyos de golf para cualquiera de
ustedes.
Valentín
Temes Coto
ESTA COPIADO DE LA NOTA ESCRITA POR VALENTÍN.
Lolo Temes Coto
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