miércoles, 1 de junio de 2016

JÓVENES Y GRANDES.


       Siempre se dice que la gente joven son el futuro, y que con ellos vendrá lo mejor. Estas afirmaciones no son precisamente propias de los jóvenes, sino que más bien somos los grandes los que las utilizamos; sin recordar que antaño éramos nosotros mismos los protagonistas de esas palabras.
       Yo creo que los jóvenes hoy mucho más que antes son el presente y por supuesto también el futuro. Nosotros los que ya tenemos más de cincuenta años, solo podemos acompañar a estas generaciones que se verán obligados a soportar y disfrutar –según el caso- por muchos más años de la compañía de padres y abuelos.
       Hoy los jóvenes son adultos y maduros antes que lo eran nuestras generaciones. Y hoy los grandes tardamos más en ser…viejos, de lo que le ocurría a nuestros padres.
       Viejo es algo antiguo, no reciente, deslucido, estropeado.
       ¿Cuándo se es realmente viejo? ¿Y cuándo joven?
       Tal vez hoy podamos sentirnos viejos cuando nos acercamos a los cien años y nuestro físico nos deja en evidencia que por fin somos viejos. Pero también en muchas ocasiones nos llegamos a considerar viejos porque no entendemos tal o cual aplicación informática, y porque nuestros hijos jóvenes tienen por futuro la incertidumbre que nosotros jamás sentimos hasta después de habernos jubilado.
       Grandes –no viejos-, y jóvenes –no críos- estamos obligados a convivir y aportar para tratar de construir un mundo más justo, donde todos tengamos que ser respetados sin importar la raza, la edad ni las creencias.
       El párrafo anterior es una muestra concreta de lo que se entiende por utopía. Sistema o proyecto irrealizable, es como el diccionario define a esta palabra que tanto se corresponde con los diferentes referentes sociales de la actualidad.
       Siempre se puede leer y en ocasiones -cada vez menos oír-, que la sabiduría esta ligada a la edad, a la experiencia, al paso del tiempo. Pero no es menos cierto que este criterio choca cotidianamente con las nuevas generaciones de jóvenes cada vez más formados y mucho más activos comunicativamente que todas las generaciones que los precedemos.
       El paso del tiempo en cada uno de nosotros tiene un efecto distinto, donde la única similitud sin exclusión alguna en mayor o menor medida, es que nuestro cuerpo sufre trasformaciones decadentes. Nos vamos arrugando, perdemos vitalidad, y cada uno de nuestros sentidos se resiente y debilita. Pero también es muy posible crecer y fortalecerse mentalmente, porque todas las experiencias de más de medio siglo de vida, aportan una infinita red de conexiones en nuestro cerebro, que si podemos manejarlas con nuestra mente, estaremos ante personas grandes y valiosas dentro del mundo de nuestros jóvenes.
       Y es aquí en este punto cuando yo tengo un gran temor, al ver como los jóvenes ligados a esas personas grandes que solo pensaron toda su larga vida en ellos mismos, van a inducir su miseria humana y vieja, a esos jóvenes cercanos.
       Lo anterior no supone ninguna novedad para la raza humana, ya que siempre esto fue así. Pero para mí, para los que tienen mi edad, es una sensación nueva porque hasta hace muy poco éramos nosotros los que no teníamos tiempo para pensar y valorar el presente y el futuro de unas y otras generaciones.
       Confiemos en que la mayoría de nosotros podamos añejar como el buen vino que mejora con los años.
       Valentín Temes Coto.

ESTA COPIADO LITERALMENTE DEL ESCRITO DE VALENTIN
Lolo Temes Coto.

              

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