Escrito para Blog; a 20 de julio de
2015.
En muchas
ocasiones me hago la misma pregunta:
¿Los jueces,
los fiscales, la sociedad… nos consideran personas?
Si uno lee o
escucha las declaraciones que tanto los magistrados como los políticos realizan
en los medios de comunicación, puede llegar a pensar que estas gentes se
preocupan e incluso entienden el problema que supone para una persona el estar
privada de su libertad.
También
hablan y escriben sobre los sufrimientos de las familias de cada uno de los
miles de presos… También creen comprender ese drama añadido para más miles de
seres humanos.
La sociedad
en su mayoría dice entender lo que ocurre con el problema de un individuo
preso, y cuando esa persona se reincorpora a la vida normal, se recibe con los
brazos abiertos y se le brindan todo tipo de oportunidades…
Así está previsto
por normas y leyes que dicen ser de cumplimiento real…
Ya puedo
decir desde este lugar ingrato donde me encuentro privado ilegalmente de mi
libertad, que todas esas manifestaciones orales y escritas, incluso en fallos
judiciales y en tratados internacionales, no son más que palabrería para
aparentar una realidad que es completamente opuesta a la que USTEDES, los
ciudadanos comunes quisieran que fuese cierta.
Marginalidad
en todos los sentidos de la palabra. Esto es lo que realmente se le obliga a
soportar al preso y a su familia.
No puedo
entrar en analizar cuál sería la mejor solución para el problema de la
delincuencia. Sería una presuntuosa acción que mi sentido común no me permite
realizar. Pero si puedo asegurar con todo el conocimiento de causa, que la
primera delincuencia que estamos obligados a erradicar como sociedad es la que
hace a los funcionarios judiciales, policiales y demás que están siendo cada día
más y más sospechados de sus habituales prácticas de corrupción sin límites.
El resto de
la delincuencia no se recupera con encarcelamientos y mucho menos se consigue
la reinserción que tanto se presume buscar.
No tengo
duda alguna al asegurar, que muchos de los que ingresan presos se convierten en
delincuentes habituales, precisamente por todo lo que les toca vivir en su
estancia intramuros.
El profundo
desconocimiento que tienen de la realidad carcelaria la mayoría de los jueces y
resto de funcionarios judiciales en la Argentina es de nivel escandaloso. Sus
contadas visitas a las cárceles son anunciadas y guiadas como un día de turismo
donde pasan a visitar a “esos otros seres humanos, que probablemente los puedan
considerar personas… lejanas personas, otras.”
Todo lo que
manifiestan jueces como el que fue entrevistado por el diario
La Nación (Buenos
Aires), en su edición del viernes 17 de julio del 2015, no son más que la
representación de un hombre que hace lo contrario de lo que dice y escribe en
sus fallos y en sus desarrollos jurídicos.
Un juez que
dice públicamente, y sostiene en sus sentencias la defensa de las clases
desfavorecidas; pero que cuando se encuentra con gentes de nivel socio
económico superior, sus fallos se convierten en un desprecio total por el
derecho y lo jurídico que tan profundamente el comprende.
Así las
cosas y dejando la identidad de este magistrado para el que quiera buscar
nombre en la prensa, solo me queda por plantear en esta nota cual es la
diferencia con otro juez que ayer fue protagonista en el diario Perfil (Buenos
Aires), y que es de reconocimiento público su corrupto historial…
Siempre uno
pensaría que el primero mencionado no tiene la bajeza moral de escandalizar con
sus fallos y comportamientos públicos, como si viene haciendo el segundo juez
que más veces fue denunciado en el Consejo de la Magistratura en todos los años
de la democracia argentina (¿se podrá llamar así?).
La
diferencia es clara a mi modo de ver:
El primero
es corrupto y perverso por su pensamiento y seguramente motivado por sus
complejos y resentimientos, que lo llevan a realizar un papel de justiciero
social impropio del siglo XXI. Pero lo hace con suma pulcritud y decoro
profesional… ASQUEROSA HIPOCRESIA.
El segundo
hace lo que hace por algo muy elemental y básico como es el dinero. Su vida es
un verdadero circo de exposición y comportamiento vil, que va más allá de
cualquier criterio o ideología. Se esconde en su cargo, en su máxima creencia
religiosa, y en su falta total y absoluta de escrúpulos.
Allegados y conocidos
manejan sus tarifas… Está más allá del bien y del mal, ya que su actitud inescrupulosa
no evalúa lo uno y lo otro.
Estos bien
pueden ser los dos extremos que hoy imperan en la justicia argentina. Saber cuál
de los dos es mejor o peor no lo puedo yo asegurar, aunque siendo víctima del
primero tal vez yo resulte menos intransigente con este juez que ejerce sus
funciones en un tribunal de máximo rango.
Dos jueces,
dos estilos diferentes, dos generaciones distintas, dos instancias judiciales, dos hombres sin conciencia ni honestidad.
Estos dos
jueces, ¿nos consideran personas?
Valentín Temes Coto.
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