La mayoría de nosotros solo conocemos en profundidad las
cuestiones que hacen a nuestro trabajo, nuestras familias y nuestros amigos.
La mayor parte de nuestras opiniones que refieren a otros
ámbitos se realizan en base a los comentarios que recibimos de otros, y en
especial a lo que leemos o escuchamos en los medios de comunicación.
Así es que la inmensa mayoría de las opiniones que vamos
formando a lo largo de los años, son manipuladas por las diversas fuentes que
se encargan de transmitirlas con tal o cual intención según los intereses que
representan.
Resulta difícil el poder discernir la realidad de la mayoría
de las noticias que recibimos de forma continua y exagerada incluso.
Es muy complejo saber
y entender lo cierto y verdadero de todo lo que nos pasa en el día a día en
nuestra sociedad.
Encontrar refugio en nuestro círculo más cercano, después de
haber depurado el mismo, es la única posibilidad de estar más cerca de poder
ser medianamente felices…
Es tal la degradación social debido a la falta de principios
y a la prácticamente inexistente moralidad, que realmente asusta el pensar que
de una u otra manera en algún momento vamos a ser víctimas de nuestras propias
carencias como individuos, miembros de una sociedad enferma, contaminada,
decadente.
Saber y entender a esta altura de la vida solo nos
vale como medicina para poder atenuar los síntomas de esa enfermedad llamada
degradación social.
Por momentos uno piensa que si cada uno de nosotros
reclamamos y enfrentamos a los que se encargan constantemente de profundizar
esta decadencia, esta enfermedad llamada degradación, tal vez podríamos
encontrar la forma de recuperar esa salud cívica y moral perdida desde hace
tantos siglos… posiblemente desde los primeros tiempos en que el hombre se
organizó como sociedad. Pero la realidad, la cruel realidad nos hace comprender
que aun a pesar de los esfuerzos que una minoría idealista pone práctica,
siempre más temprano o más tarde, vuelve la recaída y nos abocamos nuevamente
en el sufrimiento de nuestra enfermedad.
Saber y entender, para no poder hacer más que
transitar en una vida corta, que cuando uno realmente cree conocerla… se
termina.
¿Qué hay que saber y entender, para poder realmente vivir en
paz?
Valentín Temes Coto.
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