viernes, 23 de enero de 2015

YA NO LLORO MAS


Siempre fui una persona de llanto más bien fácil, tanto ante la tristeza como ante la alegría y la emoción de momentos tales como los logros de deportistas admirados, o hazañas de personas reconocidas por su valor y decisión.
Lloré mucho cuando me encontré solo, encerrado aquella primera noche en una sucia comisaria de Buenos Aires, cerca del juzgado donde me presente a declarar que era inocente…
También derramé muchas lágrimas cuando en las tristes noches en la celda, me acordaba de mis hijos, de mis hermanos, y de todas las personas que yo quería y que no podía ver.
No pude contener las lágrimas la primera vez que vi salir para colonia (prisión del interior de la Argentina), a un interno que no quería salir de este centro. Era un finlandés con más de sesenta años, con problemas de salud físicos y mentales… Fue obligado y despojado de la mayoría de sus pertenencias.
Lloré de alegría y de emoción cuando se fue en libertad aquel amigo coreano llamado KIM, que se pasó cuatro años y cuatro meses preso sin ser juzgado… Así está al día de hoy; pero LIBRE.
Y lloré viendo fotos de personas queridas y leyendo escritos que yo mismo hacia durante horas y horas de soledad.
Rompí en profundo llanto el día que me quería morir y no fui capaz de juntar el valor para matarme.
Lloré calladamente cuando vi en la Unidad 29 de Comodoro Py a hombres de más de setenta años enfermos, que esperaban ir a juicio, y que ni siquiera tenían conciencia de donde estaban. Eran ex militares que les tocaba rendir cuentas por crímenes y abusos, pero también por haber sido simplemente militares en épocas pasadas. Se habían quedado sin ninguno de los derechos humanos reconocidos en el mundo, y por los que ellos mismos eran juzgados…
También lloré cuando el Juez Brugo me dijo –con voz y  risa irónica- la frase de “Bienvenido a la Argentina” como respuesta a mi queja por llevar tres días sin poderme asear ni cambiar de ropa.
Lloré cuando un día se puso un sobrino mío al teléfono y me quedé sin voz, por no poder explicar lo inexplicable.
Tanto llevo llorado, que ahora tengo temor de no poder llorar por nada ni por nadie más.
Cuando escribo esta nota y recuerdo todo mi llanto derramado, pienso que realmente ahora estoy enfermo, porque ni siquiera al recordar todos esos momentos, aparecen las lágrimas en mis ojos.
Tal vez un día me pueda curar, y pueda volver a ser capaz de llorar.
Pero hoy por hoy, ni mis verdugos ni mis amores logran que mi llanto aparezca.
Tal vez sea este, el único efecto cierto que produce la cárcel en un hombre. Y creo que no está contemplado en ninguna sentencia, que alguien tenga que perder el llanto.
Ese llanto que es fundamental para poder vivir y tratar de ser feliz aunque no más sea por momentos…
También eso me robaron los magistrados corruptos que solo saben mofarse de las desgracias ajenas.


Valentín Temes Coto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario