Escrito para Blog; a 21
de diciembre de 2014.
El jueves 11 de diciembre, de forma inesperada –como siempre
ocurren las cosas en la cárcel- nos cambiaron de pabellón a quince de los
treinta internos que ocupábamos las celdas en ese recinto, si bien dentro de
mismo modulo.
Desde el primer día en que ingrese, siempre permanecí en la
misma celda del mismo Pabellón.
Estaba considerado un Pabellón de conducta ejemplar dentro
del Penal donde la limpieza y el silencio reinante hacían del lugar, un sitio
apacible y relajado donde por momentos los internos olvidábamos nuestra
condición de presos. El mérito de todo ese hábitat creado por los que estaban,
los que llegaron y los que se fueron en libertad, es de todos los que supimos
imponer con respeto y educación los límites de tolerancia necesarios para
conseguir lo que las normas escritas del Servicio Penitenciario Federal no
pueden lograr.
El preso más antiguo de ese Pabellón era yo. Compartía mesa
–rancho, se llama en este lugar- con Claudio Maidana –amigo de años y compañero
de causa-, Fernando Machado y Jorge Muiños. Teníamos un grupo humano valioso,
que nos ayudaba a estar distendidos y relajados aun estando presos.
Pero ese jueves, alguien del Servicio Penitenciario decidió
romper bruscamente, sin aviso ni posibilidad de dialogo alguno, el Pabellón.
Una persona decidió cambiar y destruir lo mucho que los presos habíamos creado
junto a los funcionarios del Módulo; y seguramente este sentado en un despacho
fuera del Complejo de Ezeiza… o posiblemente resulte ser alguno de los que
gobiernan y deciden en el lugar. O puede que también este en el mismo Modulo.…
Como fuese, la decisión tomada es una muestra más de lo
absurdo e irracional que suele ser el hacer en estos lugares. Sin lógica humana
alguna, sin poder de analizar y de debatir, se cambia a la gente como si fuésemos
“paquetes” –es el término utilizado
por los funcionarios de ingreso y traslado, para referirse a los presos- y se
nos niega incluso la posibilidad de volver a recuperar el alojamiento a pesar
de tener motivos fundados para ello.
Personalmente, y sin entrar en análisis de las diferencias de
un pabellón a otro, y entendiendo que las personas no son ni mejores ni peores
en un lugar o en otro; considero que este tipo de medidas solo busca y consigue desestabilizar el equilibrio psicológico de los
presos.
Piensen en mi caso, donde llevo cerca de cuatros años en el
mismo lugar, donde jamás participé en una riña, ni recibí sanción o
apercibimiento alguno por parte de los funcionarios. Donde la celda se
convirtió en tu propiedad, el lugar que añoraba durante catorce meses de
juicio, con los traslados tortuosos que eso obligo a sufrir…
Muchas veces uno no entiende cual es el motivo que pueda
molestar a tal o cual persona. Pero al cabo de tanto tiempo de estar detenido,
uno ya descubre que en más de una ocasión, se presentan personas –con cargos de
responsabilidad inmerecidos- que se sienten incomodos, o agredidos por personas
que nos comportamos con educación y respeto. Lo crean o no, para algunos es más
fácil manejarse con los presos que gritan, insultan, pelean o duermen dopados.
Pero relacionarse con gentes normales, educadas, que están en este lugar por
circunstancias inmerecidas, y que a las claras se diferencian de la mayoría por
no ser del medio… Todo eso hace que el resentimiento de algunos, haga posible que
se tomen medidas como la del traslado de presos que llegan a mostrarse
superiores a los carceleros, aun sin hacer más mérito que el respetar las
normas…
De todos modos para mí, tengo que confesar que a ya más de
siete días del cambio, esto solo supone una nueva prueba a mi fortaleza
psicológica. Una etapa donde vuelvo a reanalizarme mentalmente, para poder
asumir el cambio sin crisis. Donde sin entrar a buscar relacionarme con los
nuevos compañeros de forma importante, si consigo tener el control del tiempo
inmerso en la lectura aun de forma más completa que en el anterior alojamiento.
Vuelvo a demostrarme a mí mismo que todo se puede llegar a controlar, que no
hay situación que uno no pueda ser capaz de soportar. Y que esta situación
generada por el propio e irracional Sistema, se puede conseguir que se
convierta en un revulsivo para mi propia persona, en lo que hace a la lucha
establecida para conseguir la libertad…
Este cambio de alojamiento sufrido, es una clara demostración
de lo inútil que resulta la cárcel, para poder ayudar a alguien a recuperarse y
reintegrarse en un futuro a la sociedad.
Situaciones traumáticas, de choque y al filo de lo brutal y
agresivo, no pueden generar ningún beneficio en los que las sufren. Por el
contrario solo se despierta el resentimiento e impotencia que lleva a la
intolerancia de la mayoría de los que sufrimos el encarcelamiento.
Si esta nota es leída por alguno de los jueces que nos tienen
encarcelados –injusta, ilegal y delictivamente- a Claudio Hernán Maidana,
Nelson Hinricksen, Valentín Temes Coto, y tienen alguna mínima idea de lo que
supone estar preso, les recomiendo sanamente que hagan una visita sin anunciar
a nuestro lugar de alojamiento… Que no se queden en los despachos donde les
ofrecen café y medias lunas, que se sienten en nuestras sillas de plástico, que
orinen y defequen en nuestro inodoro, y que se sienten en las celdas de ingreso
donde las cucarachas se cuentan por millares.
Sin duda alguna, esa experiencia sería de gran formación para
SS.SS y también para alguno de los fiscales y secretarios que por sus hechos
delictivos bien tendrían que estar sufriendo lo que tres inocentes ya están
hartos de soportar.
Valentín Temes Coto.
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