Escrito para Blog; a 03
de noviembre de 2014.
Hace ya varios días que está lloviendo. Se puso de sudestada,
y esa lluvia empujada por el fuerte viento, se introduce en forma de agua por
el propio piso de hormigón de mi celda…
El domingo día dos de noviembre, y después de haber hecho la
fajina semanal antes de la visita de mi hermano Lolo, me vi obligado a sacar el
agua que empapaba los cuatro paños de piso que utilizo cuando esta situación se
presenta. Cada una o dos horas tenía que escurrir los trapos y así hasta llegar
a la hora del encierro, que es a las doce de la noche.
Me puse a leer hasta la una de la madrugada –algo habitual en
mi rutina diaria- y antes de acostarme volví a secar la entrada de agua en la
celda, esperando que por la noche amainase la lluvia, y el agua en mi celda
fuese menos intensa que por el día…
Desperté a las siete de la madrugada –una hora antes del
recuento matutino- y comprobé que el agua llegaba al medio de la celda –cuatro
metros de largo más o menos-. Me puse a la tarea de sacar el agua utilizando
los ya mencionados cuatro trapos de piso y escurrirlos en el cubo (balde),
llegando a llenar más del cincuenta por ciento del recipiente.
En no más de veinte minutos finalicé mi tarea de forma
ordenada y prolija. Jamás en mi vida había yo realizado estas tareas, hasta que
mi situación de preso me obligó.
En mi anterior vida, y ante situaciones que pudiesen
parecerse a la descrita, mi reacción era de enfado, molestia y mala
predisposición ante un problema domestico semejante a este. Es precisamente por
lo antes dicho, que bien merece ser contada en este Blog, la experiencia vivida
como preso…
Reaccione con calma y tranquilidad. Puse buena actitud, aun a
pesar de no ser muy apto para estos menesteres. Disfrute de la concienzuda
tarea de secado y limpieza repetida durante el día y culminada en la madrugada.
Me vi forzado a mover y colocar nuevamente mi ropa y calzado para secar la
celda y proteger mi “vestidor”.
Me volví a meter en la cama, me tapé y me “acurruque” conmigo
mismo… Me encontraba a gusto, sosegado, calmo…
Me puse a practicar un
ejercicio con mi mente para conseguir que mi cerebro se focalice en cada punto específico
de mi cuerpo que yo marco con el pensamiento. Una sensación maravillosa, que me
ocupó hasta después de las ocho de la mañana. Conseguir dominar el cerebro
propio, haciendo que tus sensaciones más sensibles se centren en tal o cual
parte del propio cuerpo, es fantástico. Es el dominio propio, sobre sí mismo…
Y cuando ahora me puse a escribir esta nota para el Blog –a
las 16 horas-, y mientras recordaba todo lo antes expuesto, también me viene a
la mente la perversa idea de imaginar los rostros de los “siete delincuentes magistrados”, realizando la misma tarea que yo
en las celdas vecinas a las mías…
¿Qué aptitud tendrían estos siniestros personajes? ¿Si
alguien como yo, injustamente preso puede conseguir hacer algo tan básico de
forma dichosa en la cárcel… como se sentirían ellos?
Seguro que cuando alguno de estos corruptos lean –más de uno
sé que lo hace-, esta nota del Blog; se preguntaran si en verdad algún día se
vean obligados a estar en mi lugar, pagando los delitos por ellos cometidos
entre los cuales, y seguramente como más grave esta la privación ilegítima de
libertad de tres personas inocentes.
Valentín Temes Coto.
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