Hace unos días leía detenidamente la biografía de Manuel Coto
Chan –mi abuelo materno-; y rápidamente me vinieron recuerdos de mi pueblo, de
mis vecinos, de familias allegadas y de otras que siempre las noté “distantes”…
Me refiero a los abuelos, hijos y nietos de esas familias
“importantes” de La Estrada, que así se consideran al día de hoy, aun cuando la
historia reciente desde hace ochenta o cien años, los deja como piltrafas
humanas, y como ejemplos a no imitar.
Entre los múltiples detalles de la biografía del abuelo
Manuel, y también de lo que hace a sus hijos Gerardo y Dolores –mi Madre-; me encontré
con el nombre de un afamado medico estradense, que se negó a atender a mi tío
Gerardo Coto, -con un importante golpe
en la cabeza-, por el hecho de ser POBRE.
Era pobre, e hijo de un rojo
peligroso que estuviera condenado
en prisión por defender a la clase trabajadora.
Esa misma clase trabajadora que lo traicionó y delató para
que lo pudiesen capturar los falangistas estradenses.
Era pobre Gerardo, porque a su padre le robaron todo al estar
preso por defender a los débiles, a los trabajadores como aquellos dos que el había
tenido a su cargo en la carnicería, y que se apoderaron del negocio, del
material, y hasta de las cuentas pendientes de cobro, mientras estaba preso en El Dueso-Santoña (Santander) por un hecho que le imputaron sin haberlo cometido -INOCENTE Y PRESO, como su nieto-, pues cuando regreso del encierro le habían arrebatado todo, pero él siguió defendiendo sus ideales, hasta las ultimas consecuencias en su contra.
Voy a esquematizar mis recuerdos:
Tenemos como protagonistas a mi abuelo Manuel Coto Chan, a un
reconocido medico de La Estrada –aun sin mérito real para ello-, al obrero de
la carpintería que hizo de delator de rojos ante sus jefes fascistas, y a dos
hermanos brutos, incultos y avaros que robaron a su patrón sin resentimiento
alguno.
Cinco hombres de una España en guerra, que dejaron a sus
respectivos hijos y por cuenta, también a los que somos sus nietos las
herencias de la memoria, de los recuerdos que fueron creciendo durante dos
generaciones.
Yo creo que todos fueron víctimas de la época que les tocó
vivir. Imagino que como bien explicó mi abuelo a sus hijos –Gerardo y Lolita-
que fueron la política y los ideales que el defendía, los causantes de las
desgracias soportadas por sus hijos.
¿Y hoy?
Los nietos, e incluso los bises nietos, que jamás conocimos a
ese abuelo socialista, nos encontramos con los recuerdos de haber vivido en
medio de los descendientes de aquellos desgraciados protagonistas de esta nota.
No puedo yo juzgar aquí en estas páginas quienes fueron los
buenos y quienes los malos. No es posible que nosotros condenemos a los hijos y
nietos de unos u otros. Siguiendo el ejemplo que mi Madre nos inculcó a mis
hermanos y a mí, trato de entender y justificar los hechos realizados por unos
y otros. Llego a ser tolerante con aquellos que portaban apellidos, que les
permitían disfrutar de beneficios y derechos sociales que no merecían.
Pero los recuerdos, esos que yo hoy quiero presentar aquí, me
obligan a manifestar sin duda alguna, que Manuel Coto Chan le dejó a sus
descendientes la mejor herencia posible: un legado de honradez, honestidad y
principios fundamentales para nuestras familias.
Aquellos otros hijos y nietos de los protagonistas, se vieron
obligados a buscar a lo largo de sus vidas; sin saber si pudieron unos y podrán
otros, encontrar aquellos valores que el abuelo Manuel Coto Chan nos regaló con
su vida, sufrimiento y muerte a los que hoy llevamos su apellido.
Es triste recordar que personas como el abuelo, dieron los
mejores años de sus vidas para conseguir un futuro mejor para sus hijos.
Y es triste recordarlo, porque el presente, donde somos los
nietos y bis nietos los protagonistas, está lleno de las mismas falencias por
las que Manuel Coto Chan y sus camaradas, entregaron sus vidas, e hipotecaron
las de sus hijos.
Hoy en pleno siglo XXI, los mediocres, los corruptos, los
falsos oportunistas, y los que se consideran de rango superior, continúan
generando desigualdades, injusticias y abusos como antaño hicieron de una u
otra manera sus padres, abuelos y bise abuelos…
Si yo pudiese creer en Dios, le pediría que dejase de
engañarnos con toda esta sucesión de miserables que se reproducen por
generaciones…
Pero al estar convencido de que fue una creación magistral de
la raza humana para instaurar un sistema infalible de control de una minoría
dominante por sobre una mayoría dominada, solo puedo plasmar estas letras y
recordar que en mi pueblo, aquel que tanto llegué a despreciar, está lleno de
personas que en su mayoría valen la pena, aunque estén obligadas a convivir con
esa minoría de ladrones, mezquinos, y “nobles” venidos a menos que aún no aprendieron
a entender la vida.
Valentín Temes Coto.
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