viernes, 20 de febrero de 2015

HOY QUIERO RECORDAR

                             
Hace unos días leía detenidamente la biografía de Manuel Coto Chan –mi abuelo materno-; y rápidamente me vinieron recuerdos de mi pueblo, de mis vecinos, de familias allegadas y de otras que siempre las noté “distantes”…
Me refiero a los abuelos, hijos y nietos de esas familias “importantes” de La Estrada, que así se consideran al día de hoy, aun cuando la historia reciente desde hace ochenta o cien años, los deja como piltrafas humanas, y como ejemplos a no imitar.
Entre los múltiples detalles de la biografía del abuelo Manuel, y también de lo que hace a sus hijos Gerardo y Dolores –mi Madre-; me encontré con el nombre de un afamado medico estradense, que se negó a atender a mi tío Gerardo Coto,  -con un importante golpe en la cabeza-, por el hecho de ser POBRE.
Era pobre, e hijo de un rojo peligroso que estuviera condenado en prisión por defender a la clase trabajadora.
Esa misma clase trabajadora que lo traicionó y delató para que lo pudiesen capturar los falangistas estradenses.
Era pobre Gerardo, porque a su padre le robaron todo al estar preso por defender a los débiles, a los trabajadores como aquellos dos que el había tenido a su cargo en la carnicería, y que se apoderaron del negocio, del material, y hasta de las cuentas pendientes de cobro, mientras estaba preso en El Dueso-Santoña (Santander) por un hecho que le imputaron sin haberlo cometido -INOCENTE Y PRESO, como su nieto-, pues cuando regreso del encierro le habían arrebatado todo, pero él siguió defendiendo sus ideales, hasta las ultimas consecuencias en su contra. 
Voy a esquematizar mis recuerdos:
Tenemos como protagonistas a mi abuelo Manuel Coto Chan, a un reconocido medico de La Estrada –aun sin mérito real para ello-, al obrero de la carpintería que hizo de delator de rojos ante sus jefes fascistas, y a dos hermanos brutos, incultos y avaros que robaron a su patrón sin resentimiento alguno.
Cinco hombres de una España en guerra, que dejaron a sus respectivos hijos y por cuenta, también a los que somos sus nietos las herencias de la memoria, de los recuerdos que fueron creciendo durante dos generaciones.
Yo creo que todos fueron víctimas de la época que les tocó vivir. Imagino que como bien explicó mi abuelo a sus hijos –Gerardo y Lolita- que fueron la política y los ideales que el defendía, los causantes de las desgracias soportadas por sus hijos.
¿Y hoy?
Los nietos, e incluso los bises nietos, que jamás conocimos a ese abuelo socialista, nos encontramos con los recuerdos de haber vivido en medio de los descendientes de aquellos desgraciados protagonistas de esta nota.
No puedo yo juzgar aquí en estas páginas quienes fueron los buenos y quienes los malos. No es posible que nosotros condenemos a los hijos y nietos de unos u otros. Siguiendo el ejemplo que mi Madre nos inculcó a mis hermanos y a mí, trato de entender y justificar los hechos realizados por unos y otros. Llego a ser tolerante con aquellos que portaban apellidos, que les permitían disfrutar de beneficios y derechos sociales que no merecían.
Pero los recuerdos, esos que yo hoy quiero presentar aquí, me obligan a manifestar sin duda alguna, que Manuel Coto Chan le dejó a sus descendientes la mejor herencia posible: un legado de honradez, honestidad y principios fundamentales para nuestras familias.
Aquellos otros hijos y nietos de los protagonistas, se vieron obligados a buscar a lo largo de sus vidas; sin saber si pudieron unos y podrán otros, encontrar aquellos valores que el abuelo Manuel Coto Chan nos regaló con su vida, sufrimiento y muerte a los que hoy llevamos su apellido.
Es triste recordar que personas como el abuelo, dieron los mejores años de sus vidas para conseguir un futuro mejor para sus hijos.
Y es triste recordarlo, porque el presente, donde somos los nietos y bis nietos los protagonistas, está lleno de las mismas falencias por las que Manuel Coto Chan y sus camaradas, entregaron sus vidas, e hipotecaron las de sus hijos.
Hoy en pleno siglo XXI, los mediocres, los corruptos, los falsos oportunistas, y los que se consideran de rango superior, continúan generando desigualdades, injusticias y abusos como antaño hicieron de una u otra manera sus padres, abuelos y bise abuelos…
Si yo pudiese creer en Dios, le pediría que dejase de engañarnos con toda esta sucesión de miserables que se reproducen por generaciones…
Pero al estar convencido de que fue una creación magistral de la raza humana para instaurar un sistema infalible de control de una minoría dominante por sobre una mayoría dominada, solo puedo plasmar estas letras y recordar que en mi pueblo, aquel que tanto llegué a despreciar, está lleno de personas que en su mayoría valen la pena, aunque estén obligadas a convivir con esa minoría de ladrones, mezquinos, y “nobles” venidos a menos que aún no aprendieron a entender la vida.

Valentín Temes Coto.


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