sábado, 14 de febrero de 2015

CON UNO MISMO

                              
La soledad de la celda permite tener la intimidad que solo se puede lograr en ese lugar reducido y destartalado.
En mi celda, en mi hábitat, trato de conseguir el ambiente más cómodo, higiénico y ordenado que se puede lograr estando preso sin privilegio alguno, en esta cárcel argentina.
Los domingos –día de fajina general del pabellón- cepillo las paredes, el techo y el piso con diez litros de lavandina –lejía para mis paisanos- intento limpiar los dos reducidos cristales de la ventana, y finalizo enjuagando el piso con agua caliente y un limpiador de piso aromatizado que venden en la cantina.
Con esta disciplina semanal, más una barrida y limpieza diaria, consigo mantener alejadas a las cucarachas que circulan impunemente por las paredes y el piso del pabellón.
Y cada día, ocupado en estas cotidianas tareas de limpieza, mas varias horas de lectura, algunas de deporte y entre tres o cuatro tecleando en esta computadora… me encuentro con el obligatorio encierro a las 24 horas del día.
Y es justo cuando me acuesto cada noche, que se encuentra uno, con uno mismo.
Algunas noches me reconozco, y me identifico con el Valentín que era antes de aquel mes de junio del 2010.
Otras por el contrario me impresiono bastante, al comprender que no tengo los mismos sentimientos de antaño.
Y en ocasiones tengo sueños hermosos donde no aparecen las personas que tanto daño me están haciendo. Son sueños de futuro donde no existe el odio, el rencor ni la venganza. Sencillos sueños que guardan ilusiones nuevas.
Al recordar estos sueños, vuelvo a pensar en mi encuentro conmigo mismo, que cada noche se presenta sin pausa ni sosiego, y concluyo que mis heridas tienen cura, aunque a bien seguro me dejaran cicatrices visibles.
También se repasa con uno mismo, todo lo que uno perdió en estos años de injusto cautiverio. Y resulta imposible, el hacer el cálculo de las perdidas…
Las materiales suponen más de lo que uno hubiese podido imaginar en los peores momentos.
Las anímicas, las personales y familiares son incuantificables; porque todo lo sufrido en estos años por parte de nuestras familias y amigos no se puede ni por asomo, el poderlas valorar.
Así pasan los días, así son las jornadas y de este modo tan sencillo y práctico, es como consigo ir manteniendo vivo a aquel Valentín de antaño.
Tal vez me encuentre con la sorpresa de que ante la ansiada libertad, se presente repentinamente otro nuevo Valentín que hoy desconozco. Alguien distinto, diferente en sus criterios e ideas. Uno posiblemente mejor que el anterior, para los que lo aprecian; y muy aislado e indiferente con el resto de la gente.
¡Veremos!


Valentín Temes Coto.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario