domingo, 19 de octubre de 2014

PARA MI AMIGA

                           
Esta nota de hoy va en especial para alguien que sufre en silencio mi desgracia.
Es posible que algunas personas se sientan identificadas con la protagonista de este escrito. Va para todos; aunque yo mientras tecleo las letras tengo delante de mis ojos la imagen de mi amiga, de esa que es mi mejor amiga, la que me conoce más que nadie, la que me quiere mejor que cualquier otra, la que sin preguntar sabe, sin hablarme me dice, y la que llorando me perdona.
Nos conocemos desde el mismo día en que nací. Los dos crecimos cercanos y siempre supimos el uno del otro. Compartimos espacios y lugares comunes durante nuestros años de vida.
Despertó en mí desde mis años de adolescencia un gran respeto y admiración. También me generó un profundo temor, que durante épocas era un desafío, un juego brutal donde yo siempre tenía la certeza de que mi amiga un día se uniría a mí.
A pesar de sus encantos, que con los años se fueron haciendo más tentadores y visibles, yo jamás –salvo en tres o cuatro ocasiones- llegué a desearla, a quererla tener conmigo, a poseerla…
La llamé en varias ocasiones y siempre me respondió con una sinceridad total y absoluta, rechazándome, dejándome para más adelante, para mejor momento me decía ella… Aún era pronto, no quería juntarse conmigo en aquellas ocasiones que yo la buscaba.
Hace unos años atrás, se presentó mi amiga de repente; era una noche larga, fría y húmeda que me hacía temblar. Aquella noche me entregué a ella convencido de que me aceptaría. Creí que esa noche nos fundiríamos en un largo abrazo. En ese momento era la primera vez estábamos los dos desnudos uno frente al otro. No estaba nadie más, ya habíamos hablado durante días el uno con el otro… Pensé que esa noche había conquistado a mi amiga… Seria mía, y yo sería de ella…
Pero también aquella noche, después de habernos besado, después de habernos acariciado con mi cuerpo lastimado en el esfuerzo de controlar mi pasión… también aquella noche me volvió a rechazar mi amiga.
Y se alejó de mí de forma clara, jamás antes había estado tan distante conmigo. Es verdad que yo no la volví a llamar como antes lo había hecho. Es cierto que yo decidí cambiar y no volver a querer caer en sus brazos. Me negué a escuchar sus palabras, y sentí terror –después de aquel fracaso, en aquella noche- de mirar sus ojos negros.
Pensé que algún día podría aparecer de nuevo en mi vida. Lo puede hacer cuando quiera, porque realmente y a pesar de nuestro distanciamiento, ella es mi mejor amiga desde toda la vida.
Y de hecho seguro que un día me llamará y querrá estar conmigo, pero hoy por hoy no la escucho, no le pregunta a nadie por mí, no me escribe ni con letras ni con sangre.
Tal vez también yo la quiera volver a ver de cerca en algún momento antes de estar dispuesto a dejar esta vida…
Mi amiga tiene un nombre hermoso, que suena con fuerza cada vez que la nombran. Sus ojos negros son fuertes y grandes. Su cuerpo sigue siendo como desde siempre, sutil y destacado.
Sé que ella está cerca aunque no me hable, aunque no me llame, aunque no le pregunte a nadie por mí…
Se sintió rechazada, ofendida y molesta por mis desplantes. Jamás perdonara mi desprecio después de aquella noche donde casi nos entregamos el uno al otro… Donde me volvió a rechazar.
Cuando leas estas frases entenderás mi querida Amiga, que te sigo respetando, aun a pesar de nuestra distancia. Entenderás que fue mejor así, y que solo la fortuna fue capaz de apartarme de tus brazos aquella noche tan fría y tan larga.


Valentín Temes Coto.  

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