Esta nota de hoy va en especial para alguien que sufre en
silencio mi desgracia.
Es posible que algunas personas se sientan identificadas con
la protagonista de este escrito. Va para todos; aunque yo mientras tecleo las
letras tengo delante de mis ojos la imagen de mi amiga, de esa que es mi mejor
amiga, la que me conoce más que nadie, la que me quiere mejor que cualquier
otra, la que sin preguntar sabe, sin hablarme me dice, y la que llorando me
perdona.
Nos conocemos desde el mismo día en que nací. Los dos
crecimos cercanos y siempre supimos el uno del otro. Compartimos espacios y
lugares comunes durante nuestros años de vida.
Despertó en mí desde mis años de adolescencia un gran respeto
y admiración. También me generó un profundo temor, que durante épocas era un desafío,
un juego brutal donde yo siempre tenía la certeza de que mi amiga un día se uniría
a mí.
A pesar de sus encantos, que con los años se fueron haciendo más
tentadores y visibles, yo jamás –salvo en tres o cuatro ocasiones- llegué a
desearla, a quererla tener conmigo, a poseerla…
La llamé en varias ocasiones y siempre me respondió con una
sinceridad total y absoluta, rechazándome, dejándome para más adelante, para
mejor momento me decía ella… Aún era pronto, no quería juntarse conmigo en
aquellas ocasiones que yo la buscaba.
Hace unos años atrás, se presentó mi amiga de repente; era
una noche larga, fría y húmeda que me hacía temblar. Aquella noche me entregué
a ella convencido de que me aceptaría. Creí que esa noche nos fundiríamos en un
largo abrazo. En ese momento era la primera vez estábamos los dos desnudos uno
frente al otro. No estaba nadie más, ya habíamos hablado durante días el uno
con el otro… Pensé que esa noche había conquistado a mi amiga… Seria mía, y yo
sería de ella…
Pero también aquella noche, después de habernos besado, después
de habernos acariciado con mi cuerpo lastimado en el esfuerzo de controlar mi
pasión… también aquella noche me volvió a rechazar mi amiga.
Y se alejó de mí de forma clara, jamás antes había estado tan
distante conmigo. Es verdad que yo no la volví a llamar como antes lo había
hecho. Es cierto que yo decidí cambiar y no volver a querer caer en sus brazos.
Me negué a escuchar sus palabras, y sentí terror –después de aquel fracaso, en
aquella noche- de mirar sus ojos negros.
Pensé que algún día podría aparecer de nuevo en mi vida. Lo
puede hacer cuando quiera, porque realmente y a pesar de nuestro
distanciamiento, ella es mi mejor amiga desde toda la vida.
Y de hecho seguro que un día me llamará y querrá estar
conmigo, pero hoy por hoy no la escucho, no le pregunta a nadie por mí, no me
escribe ni con letras ni con sangre.
Tal vez también yo la quiera volver a ver de cerca en algún
momento antes de estar dispuesto a dejar esta vida…
Mi amiga tiene un nombre hermoso, que suena con fuerza cada
vez que la nombran. Sus ojos negros son fuertes y grandes. Su cuerpo sigue
siendo como desde siempre, sutil y destacado.
Sé que ella está cerca aunque no me hable, aunque no me
llame, aunque no le pregunte a nadie por mí…
Se sintió rechazada, ofendida y molesta por mis desplantes. Jamás
perdonara mi desprecio después de aquella noche donde casi nos entregamos el
uno al otro… Donde me volvió a rechazar.
Cuando leas estas frases entenderás mi querida Amiga, que te
sigo respetando, aun a pesar de nuestra distancia. Entenderás que fue mejor así,
y que solo la fortuna fue capaz de apartarme de tus brazos aquella noche tan
fría y tan larga.
Valentín Temes Coto.
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