miércoles, 14 de mayo de 2014

DIARIO DE UNA PREMEDITADA INJUSTICIA Y SU CONSIGUIENTE PRIVACIÓN DE LIBERTAD, CRONOLOGÍA I


Empezaré esta serie de manifiestos, en el día 06 de abril del 2011. Ese día yo me presente junto con mi abogado, Mariano Berges, ante el Juez Jorge Brugo y el Fiscal de la causa Manzanas Blancas para prestar declaración indagatoria.
Habíamos solicitado contar con la presencia del Juez y del Fiscal durante los días que durase mi declaración y también que fuese grabado el audio de la misma. El Juez Brugo asistió, aunque marcando los inicios y finales de las jornadas de declaración a su antojo y estado de ánimo. La grabación no se pudo efectuar, porque el Código Procesal de la Nación no autoriza a grabar la declaración y, al parecer, el tribunal no cuenta con los medios económicos para ello, o así es como lo manifestó el propio juez, Sr. Jorge Brugo.
El señor fiscal, Emilio Guerberoff, no asistió a ninguno de los más de diez días en que presté declaración, en su lugar estaba su colega, Gabriela Ruiz Morales, y también el Secretario de la fiscalía de nombre Agustín.
Ese día miércoles, 06 de abril del 2011, a media mañana fui atendido por los anteriormente citados y comencé a declarar siguiendo el orden del expediente argentino, el cual había leído dos veces y estaba lleno de datos, unos confusos y otros falsos.
La prosecretaria, Elizabeth L. Magnani, se esforzaba por escribir detalladamente mis comentarios, resultando inútiles sus esfuerzos, así que el doctor Berges, que estaba revisando la redacción que esta buena mujer hacía y ante el mal desempeño, pidió el cambio de funcionaria para tal labor. Este fue el primero de los actos que molestaron al juez Brugo.
El caso es que poniendo yo el máximo esfuerzo en hablar despacio y repitiendo muchas veces los conceptos, fuimos consiguiendo que las declaraciones pudiesen llegar a ser entendibles. Valoro el esfuerzo de las funcionarias –tres creo recordar- que día a tras día escribían esforzándose en plasmar mis declaraciones en papel, en jornadas de entre dos y cuatro horas de duración.
Creíamos, tanto el doctor Berges como yo mismo, que al término de las jornadas de mis declaraciones, todo estaría lo suficientemente claro como para que el Juez Brugo dispusiese mi excarcelación y también mi sobreseimiento…pero nada más lejos de la realidad. El sentido común, la honestidad y el desconocimiento de lo que realmente es el fuero penal económico, hacían del abogado y del cliente dos ingenuos hombres denigrados y burlados desde ese mismo día del año 2011 hasta la fecha de hoy.
Al finalizar mi declaración ese primer día miércoles, me llevaron a la comisaria que está cerca del edificio de Tribunales (creo recordar que es la 38)… Con prisión preventiva fui recibido por los agentes que requisaron mis objetos personales y me condujeron a una fría, sucia y, por suerte, vacía celda; ya que no había ningún otro detenido esa tarde-noche.
Gracias a la intervención de un conocido de la familia y a la comprensión del comisario a cargo, permitieron que mi hermano Lolo –quien me acompaña de forma personal desde ese día hasta la fecha- me hiciese llegar una milanesa, un agua y un café para cenar.
A la mañana siguiente me trasladaron de nuevo al Juzgado y reunido con el abogado Mariano Berges, volví a prestar declaración, de forma precisa, ordenada y concreta sobre cada uno de los puntos que el expediente presentaba. Desde el primer día nosotros adjuntábamos al expediente documentación que acreditaba numerosas cuestiones, las cuales yo iba aclarando durante las declaraciones.
Mi estado de ánimo era confuso, ya que alternaba la rabia de estar pasando por una situación injusta y tremendamente vergonzosa, con el desánimo de sentirse perdido en medio de algo tan desconocido para mí, y teniendo que demostrar mi inocencia explicando toda mi vida. Tanto a nivel profesional, como personal, e incluso mi vida afectiva y familiar…
El saber que uno era inocente, nos daba tanto a Mariano Berges –mi defensor incondicional- como a mí mismo y también a mi hermano Lolo -que esperaba día tras día sentado en un banco del pasillo de tribunales junto a una maleta con las copias de todo el expediente- la energía necesaria para estar convencidos de que al final se aclararía todo y que mi justa exculpación estaba cada día más cerca… una ilusión.
Cuando finalicé mi segundo día de declaración –jueves- el Juez Brugo permitió que mi hermano Lolo me hiciese llegar un sándwich de milanesa, un agua y una fruta, para comer antes de volver a ser encarcelado. Fue un gesto de humanidad que hizo que yo volviese a creer que ese juez era humano, que tenía un sentido del deber y de la justicia y que haría que se comportase dignamente.
Ese jueves me llevaron a pasar la noche a la Unidad 28, que está situada en los bajos del Palacio de Tribunales. Fue también muy fuerte para mí el tener que estar encarcelado en el lugar donde mi pareja ejerce su profesión de jueza. Pensaba en lo que tendría que estar sufriendo ella, al llegar a la mañana siguiente y enterarse de que yo había pasado aquella noche allí encarcelado.
La Unidad 28 era terriblemente peor que la celda sucia y vacía de la comisaria. Me alojaron en un “buzón” –celda de 2,50 m. de largo por 1,50 m de ancho, con una espuma a modo de colchón, una puerta totalmente enchapada, sin luz y llena de orines y heces junto a millones de cucarachas.
Golpeé la puerta y pedí otro lugar de alojamiento, además de solicitar permiso para pasar por el baño y orinar. Después de más de dos horas me concedieron el “privilegio de la meada” en un retrete que estaba a diez metros de la celda que ocupaba pero el cambio de alojamiento no estaba permitido, ya que el Sr. Juez pedía que estuviese incomunicado bajo resguardo; amén de no haber ninguna otra celda en mejores condiciones. Me entregaron una manzana y con eso pude pasar la noche, sentado en una manta que permitieron a mi hijo hacerme llegar. Las horas se hicieron interminables aquella noche y el estado de angustia e impotencia llegaba a límites que jamás yo habría podido imaginar hasta llegado el día.
Viernes 8 de abril del 2011, me llevan ante el Juez, para seguir con mi declaración del tercer día. Llegaron la fiscal sustituta, Gabriela; el secretario de la fiscalía, Agustín; la prosecretaria; mi abogado defensor, Mariano Berges; el custodio del Juez Brugo; la Secretaria a cargo, Aida Ahumada, la cual nunca permaneció más de unos minutos en la pequeña habitación habilitada para prestar declaración; y por supuesto el Juez Jorge Brugo.
Una vez todos presentes y antes de comenzar a declarar, manifesté la necesidad que tenía de poderme asear. Era viernes y desde el miércoles no me había podido duchar, cambiar de ropa y ni siquiera cepillar los dientes. Nada me estaba permitido! Expliqueéque me sentía sucio y mal oliente  y que no creía que pudiese ser lógico el tener que soportar ese añadido al estar preso. También manifesté cual era la situación de las dos celdas donde había estado en las noches anteriores…a lo que el Juez Brugo, con tono socarrón, burlón y prepotente me respondió textualmente: “Bienvenido a la Argentina.” Yo le contesté que hacía diez años que vivía en Argentina y que conocía otro país y otras personas, que había otra Argentina y que los derechos humanos no distinguen raza ni origen de las personas…
Comprendí en ese momento, la clase de persona que era este juez Brugo y entendí que había caído en la ingenuidad de llegar a pensar que este hombre buscaría llegar a la verdad, para hacer justicia y no dejar que tres inocentes quedasen presos.
Al finalizar la declaración, el magistrado permitió que me hiciesen pasar algo de comer; y como gran gesto de benevolencia –así lo presentó este Juez- accedió a que mi hermano, en compañía del custodio del Juez y del funcionario del Servicio Penitenciario, me acompañasen al baño de la misma planta de tribunales para que pudiese asearme mínimamente con toallas higiénicas y también cepillarme los dientes.
Realmente fueron unos instantes donde tomé conciencia de la situación de preso que me tocaba sufrir tan injustamente. Las sensaciones de pena, odio, rabia, impotencia, angustia y dolor en lo más profundo de mi ser me hacían sentir vacío y confundido.
Tras ya más de tres años y desdepués de haber vivido todo lo que me tocó vivir y soportar hasta la fecha, me confirma que aquel fugaz pensamiento, cuando descubrí el verdadero talante del Sistema de justicia en el fuero Penal Económico de la Argentina, no sólo era cierto, sino que era peor de lo que podía llegar a pensar en aquellas fechas.
                  Valentín Temes Coto

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