Empezaré
esta serie de manifiestos, en el día 06 de abril del 2011. Ese día yo me
presente junto con mi abogado, Mariano Berges, ante el Juez Jorge Brugo y el
Fiscal de la causa Manzanas Blancas para prestar declaración indagatoria.
Habíamos
solicitado contar con la presencia del Juez y del Fiscal durante los días que
durase mi declaración y también que fuese grabado el audio de la misma. El Juez
Brugo asistió, aunque marcando los inicios y finales de las jornadas de declaración
a su antojo y estado de ánimo. La grabación no se pudo efectuar, porque el
Código Procesal de la Nación no autoriza a grabar la declaración y, al parecer,
el tribunal no cuenta con los medios económicos para ello, o así es como lo
manifestó el propio juez, Sr. Jorge Brugo.
El
señor fiscal, Emilio Guerberoff, no asistió a ninguno de los más de diez días en
que presté declaración, en su lugar estaba su colega, Gabriela Ruiz Morales, y
también el Secretario de la fiscalía de nombre Agustín.
Ese día
miércoles, 06 de abril del 2011, a media mañana fui atendido por los anteriormente
citados y comencé a declarar siguiendo el orden del expediente argentino, el
cual había leído dos veces y estaba lleno de datos, unos confusos y otros falsos.
La
prosecretaria, Elizabeth L. Magnani, se
esforzaba por escribir detalladamente mis comentarios, resultando inútiles sus
esfuerzos, así que el doctor Berges, que estaba revisando la redacción que esta
buena mujer hacía y ante el mal desempeño, pidió el cambio de funcionaria para
tal labor. Este fue el primero de los actos que molestaron al juez Brugo.
El
caso es que poniendo yo el máximo esfuerzo en hablar despacio y repitiendo
muchas veces los conceptos, fuimos consiguiendo que las declaraciones pudiesen
llegar a ser entendibles. Valoro el esfuerzo de las funcionarias –tres creo
recordar- que día a tras día escribían esforzándose en plasmar mis declaraciones
en papel, en jornadas de entre dos y cuatro horas de duración.
Creíamos,
tanto el doctor Berges como yo mismo, que al término de las jornadas de mis
declaraciones, todo estaría lo suficientemente claro como para que el Juez
Brugo dispusiese mi excarcelación y también mi sobreseimiento…pero nada más
lejos de la realidad. El sentido común, la honestidad y el desconocimiento de
lo que realmente es el fuero penal económico, hacían del abogado y del cliente
dos ingenuos hombres denigrados y burlados desde ese mismo día del año 2011
hasta la fecha de hoy.
Al
finalizar mi declaración ese primer día miércoles, me llevaron a la comisaria
que está cerca del edificio de Tribunales (creo recordar que es la 38)… Con
prisión preventiva fui recibido por los agentes que requisaron mis objetos
personales y me condujeron a una fría, sucia y, por suerte, vacía celda; ya que
no había ningún otro detenido esa tarde-noche.
Gracias
a la intervención de un conocido de la familia y a la comprensión del comisario
a cargo, permitieron que mi hermano Lolo –quien me acompaña de forma personal
desde ese día hasta la fecha- me hiciese llegar una milanesa, un agua y un café
para cenar.
A la
mañana siguiente me trasladaron de nuevo al Juzgado y reunido con el abogado
Mariano Berges, volví a prestar declaración, de forma precisa, ordenada y
concreta sobre cada uno de los puntos que el expediente presentaba. Desde el
primer día nosotros adjuntábamos al expediente documentación que acreditaba
numerosas cuestiones, las cuales yo iba aclarando durante las declaraciones.
Mi
estado de ánimo era confuso, ya que alternaba la rabia de estar pasando por una
situación injusta y tremendamente vergonzosa, con el desánimo de sentirse
perdido en medio de algo tan desconocido para mí, y teniendo que demostrar mi
inocencia explicando toda mi vida. Tanto a nivel profesional, como personal, e
incluso mi vida afectiva y familiar…
El
saber que uno era inocente, nos daba tanto a Mariano Berges –mi defensor
incondicional- como a mí mismo y también a mi hermano Lolo -que esperaba día
tras día sentado en un banco del pasillo de tribunales junto a una maleta con
las copias de todo el expediente- la energía necesaria para estar convencidos
de que al final se aclararía todo y que mi justa exculpación estaba cada día más
cerca… una ilusión.
Cuando
finalicé mi segundo día de declaración –jueves- el Juez Brugo permitió que mi
hermano Lolo me hiciese llegar un sándwich de milanesa, un agua y una fruta,
para comer antes de volver a ser encarcelado. Fue un gesto de humanidad que
hizo que yo volviese a creer que ese juez era humano, que tenía un sentido del
deber y de la justicia y que haría que se comportase dignamente.
Ese
jueves me llevaron a pasar la noche a la Unidad 28, que está situada en los bajos
del Palacio de Tribunales. Fue también muy fuerte para mí el tener que estar
encarcelado en el lugar donde mi pareja ejerce su profesión de jueza. Pensaba
en lo que tendría que estar sufriendo ella, al llegar a la mañana siguiente y enterarse
de que yo había pasado aquella noche allí encarcelado.
La
Unidad 28 era terriblemente peor que la celda sucia y vacía de la comisaria. Me
alojaron en un “buzón” –celda de 2,50 m. de largo por 1,50 m de ancho, con una
espuma a modo de colchón, una puerta totalmente enchapada, sin luz y llena de
orines y heces junto a millones de cucarachas.
Golpeé
la puerta y pedí otro lugar de alojamiento, además de solicitar permiso para
pasar por el baño y orinar. Después de más de dos horas me concedieron el “privilegio
de la meada” en un retrete que estaba a diez metros de la celda que ocupaba
pero el cambio de alojamiento no estaba permitido, ya que el Sr. Juez pedía que
estuviese incomunicado bajo resguardo; amén de no haber ninguna otra celda en
mejores condiciones. Me entregaron una manzana y con eso pude pasar la noche,
sentado en una manta que permitieron a mi hijo hacerme llegar. Las horas se
hicieron interminables aquella noche y el estado de angustia e impotencia
llegaba a límites que jamás yo habría podido imaginar hasta llegado el día.
Viernes
8 de abril del 2011, me llevan ante el Juez, para seguir con mi declaración del
tercer día. Llegaron la fiscal sustituta, Gabriela; el secretario de la
fiscalía, Agustín; la prosecretaria; mi abogado defensor, Mariano Berges; el custodio
del Juez Brugo; la Secretaria a cargo, Aida Ahumada, la cual nunca permaneció más
de unos minutos en la pequeña habitación habilitada para prestar declaración; y
por supuesto el Juez Jorge Brugo.
Una
vez todos presentes y antes de comenzar a declarar, manifesté la necesidad que
tenía de poderme asear. Era viernes y desde el miércoles no me había podido
duchar, cambiar de ropa y ni siquiera cepillar los dientes. Nada me estaba
permitido! Expliqueéque me sentía sucio y mal oliente y que no creía que pudiese ser lógico el tener
que soportar ese añadido al estar preso. También manifesté cual era la
situación de las dos celdas donde había estado en las noches anteriores…a lo
que el Juez Brugo, con tono socarrón, burlón y prepotente me respondió
textualmente: “Bienvenido a la
Argentina.” Yo le contesté que hacía diez años que vivía en Argentina y que
conocía otro país y otras personas, que había otra Argentina y que los derechos
humanos no distinguen raza ni origen de las personas…
Comprendí
en ese momento, la clase de persona que era este juez Brugo y entendí que había
caído en la ingenuidad de llegar a pensar que este hombre buscaría llegar a la
verdad, para hacer justicia y no dejar que tres inocentes quedasen presos.
Al
finalizar la declaración, el magistrado permitió que me hiciesen pasar algo de
comer; y como gran gesto de benevolencia
–así lo presentó este Juez- accedió a que mi hermano, en compañía del custodio
del Juez y del funcionario del Servicio Penitenciario, me acompañasen al baño
de la misma planta de tribunales para que pudiese asearme mínimamente con
toallas higiénicas y también cepillarme los dientes.
Realmente
fueron unos instantes donde tomé conciencia de la situación de preso que me
tocaba sufrir tan injustamente. Las sensaciones de pena, odio, rabia,
impotencia, angustia y dolor en lo más profundo de mi ser me hacían sentir
vacío y confundido.
Tras
ya más de tres años y desdepués de haber vivido todo lo que me tocó vivir y
soportar hasta la fecha, me confirma que aquel fugaz pensamiento, cuando
descubrí el verdadero talante del Sistema de justicia en el fuero Penal
Económico de la Argentina, no sólo era cierto, sino que era peor de lo que
podía llegar a pensar en aquellas fechas.
Valentín Temes Coto
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