Explicar en pocas páginas todo lo que pasa por la cabeza de
un preso; y como van cambiando los pensamientos con el paso de los meses y más
de los años, es tarea difícil y compleja.
Alcanzar a comprender como se van variando las prioridades
del día a día y como uno se va encontrando a sí mismo para poder mantener un
equilibrio mental que le permita a la persona pensar en su futuro cuando se encuentre
libre, resulta cuestión prioritaria para el individuo preso.
No te pueden ayudar ni los psicólogos, ni los psiquiatras y
mucho menos las pastillas.
Quien realmente, y creo que de forma excluyente te puede
salvar y mantener sano mentalmente hablando, es uno mismo. El propio preso
tiene que conseguir asimilar la situación particular y dominar todas las
debilidades que en cada jornada se presentan de principio a fin.
Cada preso en un caso único. Cada persona es distinta a las
demás; y aun a pesar de los esfuerzos penitenciarios por agrupar a personas
similares, el día a día es de cada uno y de sus circunstancias.
La cabeza del preso genera millones de situaciones ficticias
y reales que se van mezclando con el paso del tiempo, y que llegan a resultar de
difícil identificación cuales son unas y cuales otras.
Pienso que cada preso tiene una interpretación para su propio
caso; y que va desde el que presume de su condición de reo, al que no asume su
propia realidad y se decide por elegir la muerte como salida a una situación
insoportable.
Yo jamás pensé que podría llegar a estar preso, porque no me
consideraba ni siquiera cercano a un grupo de riesgo, por lo tanto para mí,
todo esto resultó inimaginable de poderlo llegar a vivir.
Pero ahora que me veo inmerso en esta situación de vida con
ya más de tres años en esta circunstancia, tengo que reconocer que jamás
–anteriormente hablando- medité sobre lo que podía representar la cárcel para
una persona. Y hoy tengo una idea clara y reflexiva que me convence de la
inutilidad de esta medida para la mayor parte de las gentes presas.
No voy a entrar aquí a destacar la barbaridad de lo que
supones estar preso injustamente como es mi caso y el de muchos otros, que la
sociedad no se imagina que puedan existir.
Lo que planteo es la inutilidad total que supone el enterrar
en vida a un ser humano, con la intención genuina de castigar la falta cometida
y –según escriben los juristas- conseguir la recuperación del individuo para
que se reinserte en la sociedad de forma “maravillosa”…
Creo poder asegurar con el suficiente conocimiento de causa,
que esa idea preconcebida es una de las mayores farsas de nuestra sociedad.
Es verdad que algunas personas consiguen vencer adicciones
como el alcohol y las drogas cuando están detenidos; pero es bien cierto que la
mayoría de las personas que no tenían adicciones estando libres, salen de un
penal con numerosas, graves y peligrosas conductas de vida que los llevaran
excluyentemente a uno de los tres destinos posibles: cárcel nuevamente, hospital, cementerio.
La cabeza de un preso se va deformando día a día por la
lejanía obligada para con la sociedad que lo obliga a estar aislado del día a día.
Esa persona presa, aislada y manipulada por un sistema inútil
en poder solucionar el propio problema que llevó al individuo a ser preso;
tiene como única esperanza de futuro el conseguir un lugar donde pueda
esconderse del pasado y del futuro, generando un presente “limpio”, que lo
proteja de sus propias sombras…
Absurdo… Absurdo e inútil todo el encierro al que se somete a
un hombre, cuando la sociedad en general y el juez en particular no entiende lo
que es y lo que representa la cárcel para una persona.
En miles de años de civilización humana, no conseguimos
solucionar ni mejorar un problema existencial de nuestra propia civilización,
manteniendo con matices y variantes la privación de libertad de las personas.
La cabeza de un preso que no debería de estar preso, genera
todas estas reflexiones y muchas más que lo llevan a creer, que nada de lo que
le enseñaron desde que nació es realmente cierto; y por el contrario la mayoría
de las cuestiones que creía tener como certeza y dogma de fe… SON MENTIRAS HISTÓRICAS DE NUESTRA RAZA HUMANA.
Valentín Temes Coto.
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