Escrito para Blog; a 16
de mayo de 2015.
Ayer se murió una Esperanza. Por la mañana estaba viva, y por
la tarde se murió repentinamente.
Era la esperanza de poder conseguir entender el pensar y el
actuar de personas que cometen delitos con premeditación y alevosía.
¡Era buena Esperanza!
Me enteré del fallecimiento de Esperanza cuando leí una
sentencia donde se condenaba a veinte años de cárcel a un hombre que se atrevió
a desafiar a los poderosos jueces y fiscales que son fieles representantes del
sistema corporativo judicial de una República llamada Argentina.
Al haber perdido yo la capacidad de odiar a mis semejantes,
solo puedo percibir sensaciones de rabia, impotencia y fuerte angustia, cuando
analizo acciones tan delictivas como fue la redacción de esa sentencia ilegal,
injusta e inexistente –en lo que hace a lo jurídico-, que solo fue generada
para intentar culminar todo un armado de encubrimiento premeditadamente
diseñado por magistrados argentinos (LOS
SIETE MAGISTRADOS DELINCUENTES, QUE TANTAS VECES MENCIONAMOS EN ESTE BLOG.).
Al considerarse uno agnóstico, no pude organizar ni asistir
al funeral que se debería haber realizado. Por lo cual me vi obligado a dejar
en el último rincón de un campo llamado Olvido, el recuerdo idealizado que yo aún
tenía de Esperanza.
Tal vez con el paso de los años pueda uno reprocharse el no
haber sido fiel a la memoria de Esperanza. Pero hoy por hoy, y en las
circunstancias en que me veo obligado a vivir, no tengo más alternativa que
dejar su recuerdo en ese campo llamado Olvido.
Descanse en paz, aquella Esperanza que yo conocí un día.
Valentín Temes Coto.
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